En cuestiones de energía y medioambiente, vivimos un presente
de continuas intenciones, y dejamos para el futuro conseguir todo lo que no somos
capaces de alcanzar ni hoy ni mañana. Por eso buscamos soluciones inmediatas,
con la esperanza de que nos sirvan en ese futuro plagado de intenciones comprometidas.
Me sorprende el eco social que, últimamente, y desde sectores muy dispares, viene
escuchándose sobre la energía nuclear, incluso con la argumentación de sus
bondades medioambientales.
En España, la energía nuclear de fisión produce una quinta parte
de la electricidad que consumimos, a un coste muy competitivo. Es verdad que no
emite gases de efecto invernadero, los causantes del calentamiento del planeta.
Pero también lo es que utilizan los elementos químicos más raros y peligrosos:
uranio y plutonio. Sus nombres producen pavor con solamente escucharlos. Podríamos
declarar que las centrales nucleares son tecnológicamente solventes, pero científica
y conceptualmente obsoletas. Aunque en un alarde de audacia científica, hemos
depositado esperanzas en ser capaces, dentro de 50 años, de dominar la fusión
nuclear, cuando quizá no lo logremos en un siglo. Porque esperanzas hay muchas,
pero a veces da la sensación de que se emplea el poco dinero que hay para
investigar en aventuras insostenibles.
Busquemos
tiempo para la reflexión, al menos. Quizá todo este debate se haya centrado en
los efectos, desatendiendo las causas. Y son fáciles de entender. La humanidad
presenta cifras alarmantes de consumo energético. Nuestra calidad y nivel de vida
dependen íntegramente de la capacidad que tenemos para abastecernos con energía
eléctrica. Por eso nos atrevemos incluso a consumir, a raudales, los recursos energéticos
de generaciones posteriores. Disponemos de políticas de ahorro energético, impulsos
al uso de energías renovables, fomento del empleo de tecnologías limpias, medidas
de respeto al medio ambiente. Pero, al margen de estas consideraciones, lo que
sí tenemos, lo que compartimos todos, es una inagotable voracidad para consumir
energía, provenga de la fuente que provenga. Limpia o no.