Esto de la sal me parece muy simpático. He buscado en Internet dónde hay
mercados de la sal, y han aparecido varios: la francesa Fleur de sel de
Camargue, la mallorquina flor de sal d’Es Trenc, etc. Si desconoce estos
nombres, y solamente ha visitado el museo de la sal de Leintz Gatzaga, no se
preocupe: yo también. Pero en esto, como en todo, hay formas muy dispares de
aproximarse a ello. Algunos con un muy elevado sentido del engaño.
A lo que iba. Me decepcionaría mucho, siquiera por aquello del prurito
profesional, que a usted le pareciese extraordinaria la sal del Himalaya. Causa
estragos en el mercado europeo, entiéndase, el mercado europeo una vez
excluidos nosotros, los de Pirineos hacia abajo. La inventó un listillo capaz
de engatusar mentes poco críticas y voraces en su consumismo. Porque según el andoba
éste, autotitulado biofísico de no sé dónde, no se trata de una sal exquisita,
o de gourmet, sino de un maravilloso descubrimiento. Por descontado que posee
extraordinarias virtudes curativas, no podía ser de otro modo dado que –dice- procede
de las altas regiones montañosas del Himalaya, no está contaminada por el ser
humano, y contiene 84 elementos esenciales para la salud. No queda claro qué
cura la dichosa sal, ni cuáles son esos ochentaymuchos elementos esenciales,
aparte de cloruro de sodio, una pizquita de potasio y un algo de yodo. El
precio ronda unas doscientas veces el precio de la sal común. Su éxito
comercial, espectacular.
Desde que apareció, la sal del Himalaya se encuentra constantemente en
los “40 principales” de los productos de salud alternativa. Se usa no solamente
para condimentar los alimentos, que eso es lo de menos, sino para aromatizar
baños, cosmetizar nuestra piel e ionizar el aire mediante unas ingeniosas
lamparitas. Todo mentira, claro. La sal del Himalaya no proviene del Himalaya, sino
de la segunda mina de sal más grande del mundo, sita en Pakistán. Tampoco
ioniza el aire de nuestras viviendas, ni devuelve la juventud perdida.
Y yo me pregunto, ¿por qué necesitamos inventarnos mundos alternativos
dentro del mundo en que vivimos? ¿No será que cada vez nos sentimos menos identificados
con nuestro devenir humano? Ya ven, otra vez aparece el miedo a nosotros mismos
como colofón a esta columna.