Para convencer al mundo hay que ser audaces. Al Gore
predicaba en el desierto cuando informaba del calentamiento global con simples diapositivas.
Aburría hasta a los niños. Pero, ay, convenció a Hollywood para que se hiciese un
muy buen documental. Y todo fue distinto. A cambio de agitarnos la
sensibilidad, cobra por una sola conferencia lo que usted gana con su sueldo en
toda una década. Ya ve cómo son las cosas. No sé si dedica parte de sus
ganancias a fomentar la sustitución de los hidrocarburos. A lo mejor sí. A lo
mejor su jet privado se mueve con energía solar…
En líneas generales, opino como tantos otros, que
estamos bien concienciados ya sobre medio ambiente y clima. Sin embargo, falta
el cambio social que revierta en hechos lo que ahora mismo son voces. Pero hay
esperanzas. Las políticas científicas de la UE buscan a largo plazo una solución
factible. No puede hacerse de otro modo. Solamente promoviendo la I+D. Y la
paciencia.
No puede pretenderse una revolución climática. Todo lo
que usted y yo somos, lo somos porque vivimos en una economía que crece ensuciando
y engullendo recursos con pantagruélica voracidad. Ya lo he dicho en más de una
ocasión: el reto está en sacar diariamente 82 millones de barriles de petróleo de
las energías limpias y construir un puente de energía fósil que permita llegar
a un futuro nuevo y supuestamente renovable. Porque si no lo conseguimos, ya
puede usted clamar al cielo. Dudo que renunciemos masivamente a nuestro actual
modo de vida, por mucho que éste haya promovido las desgracias que van a
suceder.
Y cuánta hipocresía hay. Que alguien explique cómo se
compatibiliza el desarrollo de los países pobres con el medioambiente. Quizá sea
que, realmente, inadvertidamente incluso, no deseamos que se desarrollen. Y la
excusa es que no pueden estropear aún más el planeta, que ya lo hemos
estropeado bastante nosotros y peligra que sigamos viviendo igual de bien.