Ha sido Richard Gere, una estrella con mayúsculas. En
el Festival le han premiado por su carrera. Pero no se crean. En realidad los
del Festival querían que fuese la estrella quien diese reconocimiento al
Festival. Habrá actores que lo merezcan más, no sé, pero ni tienen glamour ni saben
lo que es eso. Y hay que reconocérselo al de Philadelphia. Lanzado al
estrellato por el cine, Richard Gere ha convertido en buen cine, y cine de
éxito, mucho cine que de otro modo apenas nos hubiese intrigado. Por eso
Hollywood necesita de las estrellas. Aportan glamour, pero también eternidad al
séptimo arte. El glamour es algo intangible, como entresacado de los sueños. Pero
tan imprescindible como las vitaminas para la vida. Mientras haya estrellas de
Hollywood, el cine será fascinante. Y yo quiero que el cine siga regalándonos sueños
por muchos años.
Para ser estrella de relumbrón hay que ser conocido
por todos en este planeta. Absolutamente por todos. Como lo es Richard Gere. El
resto son, acaso, famosos, y no siempre. No se puede ser estrella glamorosa
cuando nadie ve tus películas, que es justo lo que pasa aquí, en España. En
nuestro cine se puede llegar a ser un buen actor, e incluso muy bueno. No lo
discuto, aunque lo dude. Pero las películas no gustan tanto. Gustan menos. Muchísimo
menos. Serán más artísticas, más intensas, más lo que quieran. Pero los que
gastamos dinero en ver cine soñamos con ser millonarios enamorados de
meretrices de cuento de hadas. Yo no sueño con ser portero de vivienda alguna,
o cincuentón con muestras de crisis existencial. Yo sueño con llegar a ser un
cincuentón como Richard Gere, pongamos por caso. Cincuentón con glamour. Pero
el glamour, ay, es una esencia que toca solamente a muy pocos.
Da lo mismo. Me resigno. Póngame una ración de Richard
Gere y quítenme las demás raciones. Me da igual que sea usted inmensamente
rico, o gerente de empresa, o pintor universal. Ya puede pasar Amancio Ortega a
mi lado por el Boulevard que no haré sino apretar el paso, que el sirimiri cala
a poco que te descuides. Pero por Richard Gere yo me empapo y lo que haga
falta. Es el glamour. El suyo, claro.