jueves, 17 de enero de 2008

Las lecturas del fútbol


Tengo mis rarezas. Sépalo usted. Una de ellas, que no tengo tele en casa. Otra, que los asuntos del fútbol me traen sin cuidado. No tanto el fútbol en sí mismo, que bien puede ser entretenimiento, como el ropaje ridículo que lo rodea. Y lo deviene, lamentablemente, información y actualidad. Ambas.
Ayer mismo, de las cinco noticias más leídas en Diario Vasco, tres se referían al fútbol. En concreto, a cuestiones de entrenadores y presidentes y fichajes. ¿Quién dice, quién osa decir que no se lee? La experiencia demuestra rotundamente lo contrario. Incluso, habiendo, como hay, tantos equipos y tantos partidos, bien puede asegurarse, sin que quepan dudas, que no se hace otra cosa. Lo tengo claro. Del poco tiempo que las pleamares de la vida permite dedicar a la lectura, de ese poco, casi todo es deporte. Leo para no pensar, dijo Schopenhauer. La frase tiene ahora otra traducción: leemos para no leer. Yo soy yo y mis lecturas.
Dicen los anuncios: el deporte es vida. Pero la actualidad, ese reflujo constante de vida y muerte, obliga a una inversión gramatical: la vida es deporte. Menos latín, más galácticos, menos libros, más Marca. El deporte es religión, sacramento. Invade las ondas, las televisiones, las librerías y los quioscos. Es una plaga, una epidemia, la guerra de los mundos y de las salamandras, la fábrica de gratuitos absolutos. De las historias de sus estrellas y de otros que se estrellan sin más historia. De los desconocidos que emergen al famoseo porque alcanzan palcos y autoridades.
Qué aburrimiento. Abro una cualquiera de las páginas deportivas de un diario también cualquiera. Defiendo el pan de mis hijos, declara un futbolista con contrato millonario en euros, milmillonario en pesetas. No es culpable de nada, cierto. Viene de la pobreza, como Gamoneda, que está de moda (menos que el futbolista). Pero, al contrario que el poeta, el declarante carece del don de la palabra. Y cuanto menor es el don, más directo, sencillo, entra. Así está escrita la noticia, sin don, aunque el reportero sí lo tenga. Ésta y todas las demás noticias: frases usadas, locuciones gastadas, tópicos (que eran verdades) de jornalero a destajo o de destripaterrones neorrealista. ¡Pero qué proporciones tan astronómicas, tan galácticas convendría decir, ha alcanzado el altiplano lingüístico tan yermo del deporte! Que alguien me escriba, por favor, alguien que conozca bien el euskera, y me explique si en la lengua euskalduna también es así.
Dejo ya este asunto. Lo siento por los futboleros. Ya subirá la Real, si juega bien y marca goles. Ya saldrán mañana más páginas con estos temas tan apasionantes. Afortunadamente, en lo cultural, Donosti es y sigue siendo de primera división.