viernes, 12 de octubre de 2007

Nosce te ipsum

¿Tiene alguna utilidad el latín? Muchos piensan que no y aplauden su pronta defunción en el currículo escolar. Total, dicen, constituye una pérdida de tiempo. Total, volverían a decir, nadie quiere realmente saber por qué estas columnas se dicen “philosophiae” en vez de “philosophia naturalis”.

Aún recuerdo mis clases de latín. Tuve un muy buen profesor. Pero se complicaba la vida. Entonces, como ahora, se enseñaba la hermosa lengua de Catulo, de Virgilio, de Cicerón, o de Tácito, como un prolijo conjunto de fórmulas gramaticales. Pasé meses aprendiendo declinaciones y conjugaciones. Enfrentado a fragmentos de dos líneas, procedía casi a un ritual de subrayados y estemmas hasta, disecciones arriba y retazos abajo, alumbrar una traducción con más de monstruo frankesteiniano que de otra cosa. Pero decidí cambiar la clásica pregunta “¿dónde está el verbo?” por “¿aquí qué dice?”,  y comencé a aprender de verdad. Era una excelente gimnasia mental. Pero no defenderé su enseñanza sólo porque constituya un ejercicio intelectual notable.

Vivimos en plena evolución tecnológica y en una sociedad de la información al servicio de los ciudadanos. Las enseñanzas técnicas se imponen. Pocos eligen en su itinerario curricular realizar estudios humanístico-lingüísticos. Y aun su endeble escasez, que debería inspirarnos compasión, son continuamente denostados y maltratados (ya lo advertí la semana pasada: acabaremos volviéndonos dogmáticos). Similar compungimiento aflige a quienes velan por las ciencias experimentales. Tampoco son realmente útiles, diría alguno. La conclusión parece clara: no vivimos en la sociedad del saber y el conocimiento, sino en la sociedad que posee donde buscar ese saber y ese conocimiento. Todo está en los libros o en internet. Pero los libros que instruyen no tienen quien los lea. Como si fuese su sola presencia, aun ilecta, quien nos infundiese sabiduría. El saber sí ocupa lugar. Y está muy abajo...

Al final, pienso que todo es consecuencia de este postmodernismo hedonista. Muestran las estadísticas que nuestros jóvenes lo que desean ser el día de mañana son administradores de empresas, abogados, constructores… Tener poder, diría yo. Y manifestarlo. La avidez de conocimiento no se alberga en las emociones de las generaciones que casi están ya aquí. Nosotros coadyuvamos con nuestra laxitud. A nadie sorprende que parezcan sobrar el latín, el griego, la trigonometría o la edafología de nuestras vidas.

Aequat omnes cinis. Animum debes mutare non coelum. Fallaces sunt rerum species et facilius per partes in cognitionem totius adducimur. Ignoranti, quem portum petat, nullus suus ventus est. Otium sine litteris mors est et hominis vivi sepultura. Omnibus enim mobilibus mobilior est sapientia.