viernes, 20 de enero de 2012

Críticas prematuras… o no

Me escribe una lectora de ideología de izquierdas reprochándome tibieza en las opiniones que he mostrado aquí, en esta columna, desde que gobierna el señor del puro. “¡Pero si aún no ha pasado ni un mes!”, protesto, olvidando que no ejerzo en puridad el comentario político, sino la cavilación social de lo político y no político. “Ya es incluso tarde”, replica, “estos quieren rematarnos a los de siempre”. Entonces es cuando sospecho que algo de razón tiene mi interlocutora izquierdosa, pero este juicio es algo que no puedo demostrar porque, en efecto, hace sólo un mes que gobierna quien ocupa hoy la Moncloa.
Tenemos prisa por salir de la crisis. Queremos ver ya los resultados de las medidas, incluso de las que aún no se han aprobado, pero se aprobarán. Estamos ansiosos por ver menguar las listas del paro. Y no solamente eso: quienes han votado a los que mandan (y yo no he sido), necesitan ver ahora mismo que ha regresado la sinceridad y la claridad y la efectividad y la sensatez al gobierno de todos. Pero mucho me temo que las prisas, las ansiedades y las necesidades  van a tener que esperar no sé cuánto tiempo aún.
Los años de ZP han sido tan desastrosamente perniciosos (véalo o no mi lectora iracunda, que no lo verá) que parece de lógica imbatible tratar de encauzar nuevamente las cosas por la senda del buen gobierno, pues en ello nos va no el prestigio y el futuro, como todo el mundo sabe. Pero, al margen de la seriedad y capacidad del gobierno, que las tiene, no como en años pasados, no podemos pedir más alegrías. Las nuevas caras, en lo político, adolecen de similares pecados: la mentira, la confusión, la improvisación, el mito…
Aparte de considerar como defecto la ciega fe que todo gobernante de hoy en día pone en las monjiles y adustas exigencias de doña Merkel, tan rigurosas y severas que nos van a llevar derechitos a una recesión aún más honda, también lo son las bravatas con que estos mandamases vienen despachándose cuando se colocan ante un micro; ellos no mienten (no, nunca, claro, habrase visto), ellos son claros (pues menos mal: lo de llamar impuesto solidario a aumentar el IRPF es pura retórica burlesca), ellos tienen sentido común (las críticas de los otros son, por tanto, insensatas), ellos defienden al ciudadano (sobre todo al que exprimen), ellos buscan la recuperación económica (pero no dicen cómo)…
Querida lectora: ¿le basta así, para empezar? Créame, con estos tampoco pienso cortarme un pelo.