sábado, 26 de mayo de 2012

Facebook y el héroe

Facebook ha hecho de su inventor, Mark Zuckerberg, un hombre rico y famoso. Si este joven de apellido extraño no fuese multimillonario y su empresa no fuese pasto de los especuladores, sus apariciones en la prensa se contarían con los dedos de una mano. En España también aparecen los ricos en las portadas de los periódicos. El periodismo parece haber encontrado un filón en las historias creadas por y para el dinero, en los negocios fastuosos y la obscenidad de los miles de millones de euros que cuestan ciertas cosas en el mundo (porque valer, como Facebook, valen mucho menos).
El héroe del que les voy a hablar se parece a Mark Zuckerberg, pero al revés. Se trata de Evan Henshaw-Plath, el creador de Twitter, esa otra red social en chiquitito (pese a tratarse de un monstruo de muchos millones de dólares) que compite con Facebook usando frases cortas capaces –dicen- de incendiar los ánimos de todo un país (desde luego, no los míos). Evan (nuestro héroe) creó Twitter junto a otros amigos en 2004. Luego se fue de viaje a Uruguay, donde conoció a una chica de la que se enamoró. Ya no volvió jamás de Montevideo. Sus amigos le informaban puntualmente de lo bien que funcionaba aquel negocio de los tweets. Le urgían a regresar para, juntos, convertir la idea feliz en otra piedra filosofal capaz de convertir en oro lo intangible (luego dicen que la alquimia no existe). Pero él, enamorado de la uruguaya y del océano, no quiso saber nada del tema, y vendió sus acciones por unos pocos miles de dólares que empleó en comprar un coche con el que viajar por el país.
Hoy en día sigue en Uruguay, casado con la chica uruguaya, y es padre de dos niños. Se ríe mucho y parece un tipo feliz. Cuando le dicen que Twitter vale diez mil millones de dólares, responde: “no tengo que trabajar en algo que no me gusta para ganar dinero”. No es un americano treinteañero con portada en el Time o en el registro del Forbes, sino un gringo risueño que vive en la costa atlántica sin importarle un comino lo que se cuece en Wall Street ni en California.
Todo un héroe. ¿No lo cree así?
Mientras estas cosas sigan pasando, a mí me seguirá gustando el mundo. Hay que desoír las historias del dinero y volver a escuchar las que auténticamente cuentan y merecen la pena, no sea que comencemos a fingir que no existen. Y sí existen. Felizmente aún pueden contarse historias bonitas en esta guerra de éxitos y riquezas que generan enormes crisis y ruidosos titulares…

viernes, 18 de mayo de 2012

Tirarse a la enfermera

Va un cirujano (de los buenos, porque de los otros hay muchos más) y dice en una entrevista que lo de ser médico no fue algo vocacional, que conocer de antemano la profesión es imposible a menos que pienses que mola llevar bata o que te puedes tirar a las enfermeras. Y claro, el grito en el cielo.
La entrevista está salpicada toda ella de múltiples incorrecciones, a cual más sabrosa y escandalosa. Así, para este médico es una capullada cruzar el Atlántico en moto de agua, hacer alpinismo es una cosa innecesaria, en las empresas públicas se puede hacer el vago sin que pase nada, los enfermos deberían pagar su manutención porque no forma parte del tratamiento y los bancos son una putada. Ahí queda eso. Incontinencia verbal frente al micro en estado puro. Pero si le han puesto de vuelta y media es por la última frase que profirió, la de tintes machistas.
Por cierto, la mayoría de los medios ha publicado que lo que el tal señor insinúa es que los médicos se tiran a las enfermeras. ¿Tergiversación? ¿Manipulación?
Yo he entendido perfectamente lo que este cirujano quiso decir aunque no me guste la forma en que lo ha dicho. La entrevista entera es bastante procaz pues no se muerde la lengua en ningún momento. Y hay mucha gente así. El gusanillo de la provocación es correoso en quienes se saben muy buenos en su oficio y hacen ostentación de no tener pelos en la lengua y decir lo que les viene en gana.
Mi pregunta es, ¿de qué nos escandalizamos? ¿De que una celebridad escupa frases a la prensa como si estuviera tomando copas en un bar con los colegas, o de que crucen por su pensamiento imágenes más propias de un putero que de un cirujano capaz de recomponer rostros como si tal cosa? Oiga, a lo mejor al tío le ponían cachondo las enfermeras cuando estudiaba la carrera y se frotaba las manos pensando en sus triunfos, sin llegar a imaginar que sus éxitos en reconstrucción facial le convertirían en cirujano Premium con independencia de sus obsesiones particulares.
Tengo muy claro que la honra de las personas no se encuentra en la calidad de sus declaraciones, sino en la grandeza de sus actos. El cirujano, que es locuaz, ha pedido disculpas. Quienes le acusaban de bajeza moral, de nombrar a las mujeres como objetos sexuales, ven reparada la dignidad afrentada y se sienten satisfechos. Pero nadie hasta el momento ha pedido perdón por tergiversar las palabras del popular médico buscando la controversia que finalmente se produjo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Ya somos poderosos

Ya no solamente lo son ellos, las elites financieras, empresariales, políticas. Ya no solamente abrazan el poder quienes desde su influencia disfrutan de capacidad para decidir el camino a seguir. Administrarán la supremacía que aún mantienen, pero somos nosotros, los ciudadanos asolados por el sufrimiento, el sacrificio y la pobreza, quienes más hemos crecido. No en dinero, No en capacidad. No en influencia, o no demasiado. Pero sí en poder: su crisis (es la de ellos, ellos la crearon, la permitieron, la ocultaron: nunca lo olvide) nos ha vuelto audaces, sabios, escrutadores, ejemplares interrogadores del tercer grado social y económico. Yo jamás me había dedicado a leer tanto sobre finanzas, sobre política, sobre lo que unos y otros, en el idioma que sea, opinan de este entresijo de relaciones decadentes que conforman la economía y, con ella, la sociedad imperante hoy en día. El conocimiento es el poder. La coherencia entre nuestros actos y nuestro conocimiento, el mejor motor para cambiarlo todo (se lo digo a los del 15M).
Está acabando la crisis. El destrozo perdurará unos años, pero ya nos hemos venido al fondo mismo de la ele japonesa (o de la letra que ustedes elijan mejor para caracterizar el ocaso) y hemos descubierto el nuevo mundo en el que habremos de vivir a partir de ahora. Nunca recobraremos el esplendor de estos últimos años, es mejor que nunca lo recobremos: ganaremos en dignidad y honradez y nos podremos dedicar al arte y a la vida, nuestros hijos dejarán de querer ser futbolistas o súper directivos para volver a sentir el influjo extraordinario de lo vocacional y verdadero. Con ello nos despediremos de toda la obscena opulencia, pero recuperaremos la confianza, dejaremos de pensar en atesorar más que el vecino, volveremos a ayudarnos los unos a los otros, y la sociedad se construirá mejor y más sólida, porque lo que hemos visto crecer hasta ahora es una gigantesca mole de individuos egoístas y deslavazados.
Pero lo mejor, y quiero creerlo así, es que, con el fin de la crisis y el inicio de la nueva era en el nuevo mundo del fondo de la ele, los ciudadanos habremos aprendido los resortes de los poderosos, comprenderemos sus maneras y sus mentiras, serán incapaces de volvernos a ocultar la realidad subyacente porque, o bien la descubriremos, o bien la intuiremos. En este paraje yermo de la ele que se extiende al infinito nosotros, los ciudadanos de a pie, seremos los poderosos. Nosotros. No ellos. 

viernes, 4 de mayo de 2012

Saldremos de la crisis

Es antidemocrático vivir bajo una burbuja económica. La euforia crediticia, la financiación fácil de cualquier proyecto inmediatamente calificado de viable, y la sensación de que todo es posible porque hay mucho dinero en circulación, es lo más antidemocrático que existe. Democracia es control, seriedad en el gasto, rigor en la inversión, uso del ahorro y del esfuerzo personal o colectivo para el desarrollo armonioso de la sociedad. En los últimos años nos hemos narcotizado con dinero fácil, dinero inexistente, virtual, dinero inventado con inmediatez en los pasivos de los bancos, que desaparece con idéntica volubilidad generando devastadoras consecuencias para nuestros hijos.
Por eso es muy sano que la burbuja pinche. Aunque la crisis ocasione dolor y desesperación. Aunque a los mandamanses se les desencaje el rostro, porque no tienen dinero para nada y han de explicar qué ha pasado. Aunque los bancos vean cómo se mantiene el valor de sus pasivos mientras los activos se desploman. Aunque debamos soportar que los reguladores (que permitieron la burbuja) se tornen salvadores de la patria (bomberos pirómanos). Porque de este modo las empresas y los ciudadanos comenzamos a ahorrar y a sufrir, lo que nos da derecho a exigir una pronta solución al problema (somos capaces de asumir dificultades intensas, pero por poco tiempo).
Parece mentira que debamos descubrir así lo que es la sostenibilidad: disponer de los servicios que podemos pagar sin pedir prestado (el dinero de los mercados ha de emplearse en generar riqueza, no bienestar); obligar a que los bancos vuelvan a ser intermediarios financieros y no desquiciados creadores de dinero; pensar nuevamente en el verdadero sentido del estado, esa entidad que gestionan los políticos únicamente en pos de su opulento culo cuatrianual, y que parecen solamente divertirse agigantando la estructura (improductiva) de lo público hasta la obesidad mórbida. Porque sostenible es, en definitiva, que todo vuelva a suponer esfuerzo, y devolver la idea a nuestras mentes de que hemos de salir a trabajar con el único propósito de ser los mejores, los más competitivos, no los más ricos.
¿Saldremos de ésta? Claro que sí. A trancas y barrancas, pero saldremos. Hoy no me siento pesimista. El estallido de la burbuja ha permitido contemplarnos como drogadictos con adicción al dinero fácil. La rehabilitación, como cualquier otra, será penosa, pero a la postre producirá sus benignas consecuencias.