viernes, 18 de mayo de 2012

Tirarse a la enfermera

Va un cirujano (de los buenos, porque de los otros hay muchos más) y dice en una entrevista que lo de ser médico no fue algo vocacional, que conocer de antemano la profesión es imposible a menos que pienses que mola llevar bata o que te puedes tirar a las enfermeras. Y claro, el grito en el cielo.
La entrevista está salpicada toda ella de múltiples incorrecciones, a cual más sabrosa y escandalosa. Así, para este médico es una capullada cruzar el Atlántico en moto de agua, hacer alpinismo es una cosa innecesaria, en las empresas públicas se puede hacer el vago sin que pase nada, los enfermos deberían pagar su manutención porque no forma parte del tratamiento y los bancos son una putada. Ahí queda eso. Incontinencia verbal frente al micro en estado puro. Pero si le han puesto de vuelta y media es por la última frase que profirió, la de tintes machistas.
Por cierto, la mayoría de los medios ha publicado que lo que el tal señor insinúa es que los médicos se tiran a las enfermeras. ¿Tergiversación? ¿Manipulación?
Yo he entendido perfectamente lo que este cirujano quiso decir aunque no me guste la forma en que lo ha dicho. La entrevista entera es bastante procaz pues no se muerde la lengua en ningún momento. Y hay mucha gente así. El gusanillo de la provocación es correoso en quienes se saben muy buenos en su oficio y hacen ostentación de no tener pelos en la lengua y decir lo que les viene en gana.
Mi pregunta es, ¿de qué nos escandalizamos? ¿De que una celebridad escupa frases a la prensa como si estuviera tomando copas en un bar con los colegas, o de que crucen por su pensamiento imágenes más propias de un putero que de un cirujano capaz de recomponer rostros como si tal cosa? Oiga, a lo mejor al tío le ponían cachondo las enfermeras cuando estudiaba la carrera y se frotaba las manos pensando en sus triunfos, sin llegar a imaginar que sus éxitos en reconstrucción facial le convertirían en cirujano Premium con independencia de sus obsesiones particulares.
Tengo muy claro que la honra de las personas no se encuentra en la calidad de sus declaraciones, sino en la grandeza de sus actos. El cirujano, que es locuaz, ha pedido disculpas. Quienes le acusaban de bajeza moral, de nombrar a las mujeres como objetos sexuales, ven reparada la dignidad afrentada y se sienten satisfechos. Pero nadie hasta el momento ha pedido perdón por tergiversar las palabras del popular médico buscando la controversia que finalmente se produjo.