Reconozco solamente una única responsabilidad básica de
la cual penden todas las demás: la de vivir una existencia lo más satisfactoria
y digna posible. Lo admito, se trata de una responsabilidad filosófica, pero da
sentido a lo único que, en el fondo, me concierne (desde que murió Dios en mi
fuero interno a nadie doy explicaciones sobre ello). Desde ese punto de vista,
es mi obligación entender a cada uno de mis semejantes y hacer todo lo posible
por conciliar actos e inquietudes. Pero son mis responsabilidades secundarias,
como ciudadano, las que me obligan a, una vez superada la empatía, tratar de
preservar (responsabilidad de padre) la adecuada pervivencia social de cuanto
nos rodea (responsabilidad como ciudadano).
En estos tiempos convulsos en los que asistimos, rápida e
invariablemente, al hundimiento sistémico (lo es) de toda España (da lo mismo
que sea usted vasco o extremeño, que viva en Getaria o en Navalmoral: nos
hundiremos todos conjuntamente y sin remedio), compruebo que aquello que más
temor induce a quienes desde su altitud política o económica han regido
nuestros devenires, es la responsabilidad, sea moral o de cualquier tipo. Por
eso la han enturbiado tanto. Si a ladrones y asesinos se les impone reparación
por las consecuencias de sus actos, a. quienes nos han llevado hacia la más
absoluta bancarrota no se les exige nada: tan largas y enrevesadas son las
volutas del poder que parece imposible establecer cualquier culpa en los muchos
engaños que han cimentado desde el mismo.
Quiero comenzar a poner nombres en una lista, y que
otros la abunden para así lograr, entre todos, que los poderosos sean llamados
a explicarse y, si procede, reparar cuantos atropellos voluntaria o
involuntariamente nos hayan infligido. Acaso sean insuficientes los recursos
policiales y judiciales para llevar a cabo tan saludable acto que hemos de
proponernos todos con bastante empeño. Por eso pregunto: fiscales, jueces,
policías. ¿Os atrevéis a cumplir con esta obligación y con independencia para
que los ciudadanos logremos esclarecer lo ocurrido, mientras permanecéis al
margen de los turbios asuntos de la política? ¿Nos ayudaréis en el empeño de
igual modo que nosotros aceptaremos el resultado que de ello se derive? Porque
es imprescindible redactar la lista de las responsabilidades de estos aciagos
últimos años y enviarla donde sea menester, antes de que todo se derrumbe y no
quede lugar alguno donde gritar “¡Culpables!”