viernes, 23 de noviembre de 2012

La mula y el buey

Importantes y decisivas puntualizaciones las de Benedicto XVI acerca del nacimiento de Jesús: no había animales en el pesebre cuando nació el niño Dios. Caramba. Dos mil años más tarde, la Iglesia Católica necesita recordar la distancia entre tradición y misterio. En otras religiones cristianas (la ortodoxa, sin ir más lejos), están prohibidos los iconos, al igual que en el islam o el judaísmo. Algunos olvidan que, en su origen, todas las religiones semíticas las prohibieron (los musulmanes no solo se enfadan porque nos burlemos gráficamente de Mahoma: también por representar lo que ellos veneran sin ver ni imaginar). Luego el catolicismo asumió ciertas costumbres paganas y, de esta sencilla integración, andan hoy los templos católicos bien perpetrados de simbología, que no poca gente reza a una imagen de la Virgen, del Cristo Crucificado, de San Antonio o San Nicolás. No me pregunten en qué cualidad humana anda cada santo especializado, porque solamente recuerdo las de Santa Rita y Santa Tecla (esta última apócrifa y cómica). 

No quería yo escribir sobre el asunto de la mula y el buey. No quería yo escribir sobre belenes y nacimientos, pero me ha parecido tan divertido el asunto que, haciéndolo, he sentido aliviarse mis tensiones sobre la crisis, la independenCiU, el absentismo rajoyano, el cinismo hipotecario, las tasas gallardonistas y un largo etcétera de asuntos asaz atroces hoy en día. ¡Qué puede haber más puro, más cándido y beneficiador para el ciudadano que el asunto éste del nacimiento del Mesías a quien en tantas ocasiones he negado incluso su existencia! 

No seré yo quien recomiende a este Papa teológico la necesidad de continuar profundizando en las exégesis evangelistas y la siempre difícil hermenéutica bíblica. A nadie en su buen juicio cabe la duda de que una correcta interpretación de la pobreza de ese pesebre en Belén es pieza fundamental del desarrollo evangelizador de todo el cristianismo (y da lo mismo que yo piense que todo fue, a la postre, invención fortuita y brillante de la prédica de un fariseo reconvertido llamado Saulo/Pablo). En tiempos difíciles, en tiempos imposibles de creer si no fuera porque los estamos viviendo, con todo el occidente cristiano entreverado de miseria, pobreza, desigualdad y ruina, como la que acostumbrábamos a ver en el oriente y el mundo negro, bien está volver la mirada al nacimiento de un niño y promulgar la ausencia de mulas, gallinas, lechones y caganers.