viernes, 11 de enero de 2013

La esclavitud social

Los últimos sucesos (espantosos, censurables) que han aparecido en los titulares de prensa, en relación con la interminable corrupción (que muchos tildan también de galopante, aunque yo piense que es una enorme marea que cubre visualmente todos los niveles políticos con capacidad de decisión), con los insultantes favoritismos (está claro que los hilos del poder son ciertamente enmarañados y van más allá de la simple función pública), con las tensiones independentistas (que aun siendo una fuga a ninguna parte, han acabado por convertirse en una obvia demostración de fragilidad por parte de las estructuras estatales consolidadas), por no hablar de los recortes que apenas nada recortan y son mostrados como una manifestación irrevocable de determinación y carácter (cuando realmente son la salida fácil de quienes no se atreven con las decisiones difíciles, como lo demuestra el vapuleo al que está sometida la sociedad civil en todos los ámbitos), todos estos sucesos, repito, manifiestan de una manera inequívoca lo poco que contamos los ciudadanos, el pueblo, en los juicios y decisiones que nos afectan.

Lamento el largo párrafo anterior. Es arduo de leer y no aporta nada que no se haya repetido anteriormente una y mil veces. Últimamente me veo sorprendido por elongadísimas y complejas cavilaciones en cuanto trato de resolver ciertas preocupaciones, y la razón de ello son las conexiones cada vez más evidentes que se vienen exhibiendo entre los diferentes asuntos desterrados por la crisis: la corrupción (¿cómo puede ser que la hayamos tolerado tanto tiempo?), las desigualdades (judiciales, fiscales, sociales… menudo cáncer que venimos soportando con estoicidad), los sacrificios (hercúleos, producto de la indeterminación o incapacidad –pues no sé cuál de los dos sustantivos viene mejor al caso, si no son los dos al mismo tiempo- de extirpar lo que sobra de donde no hace falta, ya me entienden ustedes), los fanatismos territoriales y sus trifulcas y sinrazón mutua…

¿Se dan cuenta de que todo ello nos afecta y nadie nos pregunta lo que nos parece? Al contrario, nos intentan convencer del karma sacrificante y penoso que, impuesto por el destino a través de un inevitable proceder, nos ha tocado en suerte a los que nada pintamos, nada podemos y nada pretendemos.

Es una voz impostada que surge de las gargantas de los oligarcas y las elites para que no dudemos y siempre les acabemos otorgando nuestra ciega aceptación de esclavos.