viernes, 26 de abril de 2013

Les cedo mi futuro

Han subido los impuestos. Han recortado en todos los servicios sociales. Han eliminado la paga extra de los empleados públicos. Han congelado las pensiones. Han borrado del mapa casi toda la inversión en infraestructuras. La innovación y la I+D prácticamente han desaparecido de los Presupuestos. Tanto como se ha decidido, siempre a expensas del ciudadano, y el déficit en 2012 menguó en unos escasos y tristísimos veintipocos miles de millones de euros. Para usted, y para mí, es una cifra brutal, pero solo representa el 2% del PIB de nuestro país y supone que, para sobrevivir, ha de seguir creciendo nuestra ingobernable deuda.

Ya nos anuncian (hablando desde el extranjero, no desde aquí) que este año, éste también, caeremos otro 1,5% más. Porque la triste verdad es que seguimos cayendo y cayendo, que la deuda aumenta más y más, y que ninguna de las reformas emprendidas por el Gobierno sabe impedirlo. Nuestro tan previsible presidente, ese hombre envejecido, lector del Marca, superado por todo, que iba a actuar contra el despilfarro y las ocurrencias, resulta que no sabe dejar de despilfarrar él tampoco y no sabe gobernar sin ser ocurrente. Como tampoco sabe dejar de repetir la cantinela de “no podemos gastar más de lo que tenemos”, cosa que manifiestamente no aplica de ninguna manera. Por eso le pregunto, sin exigir respuesta: tanto sacrificio, tanto esfuerzo, tanta pobreza y tantos sueños destrozados para millones de españoles: ¿para qué? Y que no me vengan con herencias: no fueron las políticas puntuales de otros las que condujeron a esta miserable situación, sino la enormidad de los entramados públicos que durante décadas se vinieron construyendo desde todos los bandos del arco parlamentario, sin preocupación alguna por las repercusiones que tuviese cuando las vacas gordas se acabasen.

Las vacas gordas tiempo ha que desaparecieron y las vacas flacas se han ido muriendo y apenas queda alguna, camuflada. De ahí mi proposición: rebájenme la pensión cuando me jubile, rebájenme el paro cuando me quede sin empleo, pero hagan que hoy mismo el presupuesto vuelva a acordarse de las inversiones, de la educación, de la sanidad y de la innovación, es decir: de todo aquello que posibilita un mejor futuro. Y háganlo armoniosamente, sin desequilibrios. Les doy permiso para ser todo lo austeros que quieran con mi futuro, a cambio de que devuelvan el presente a seis millones de españoles que carecen tanto de él como de porvenir.