jueves, 2 de mayo de 2013

Por qué todo va a mejorar

Tengo el convencimiento de que acabamos de superar ese punto de inflexión que tantas veces hemos creído alcanzar, que a partir de ahora todo va a ir mejorando aunque sea muy despacio. Por descontado que el Gobierno sigue sin saber explicar nada, sin pensar en los problemas que asolan a los ciudadanos, y sin determinación para reducir el gasto público y dejar de exprimirnos. Pero al menos la dirección es correcta, que no es poco, y no parece que entorpezca a las escasas benignidades que soplan desde afuera.

Un dato. Por vez primera desde que Rajoy obtuvo su mayoría absoluta (no sé para qué), el Gobierno ha planteado con crudeza la realidad que toca vivir. Posiblemente sea respuesta a una exigencia clara del BCE y de Bruselas, aunque, como es habitual, entreverada de la torpeza e insensibilidad habituales. Pero, dejando a un lado la política, es buena señal que tengamos una foto muy nítida de las dificultades que atravesamos y que vamos a seguir atravesando.

Otro dato. Europa se va a beneficiar de la inyección masiva de yenes puesta en marcha por Japón, yenes que van a buscar las altas rentabilidades (no exentas de riesgo) de nuestros países. Esto va a influir en la actividad real que, no obstante, no puede sino mejorar como consecuencia de los brutales ajustes que nos han destrozado (ajustes sin parangón en la historia mundial reciente, no solo de España).

Otro más. Se empeñan en calcular el paro siguiendo uno de los criterios de Eurostat (no el único) en el que se incluye a más de dos millones de personas que, con edades entre los 16 y 24 años, están estudiando, no buscando trabajo. Si descontamos este número, si se cuenta a quienes realmente quieren trabajar y no encuentran empleo, la cifra de paro en España se sitúa en el 19% (no en el 27%) y la juvenil en el 22% (no el 57%). ¿Por qué nadie lo explica así? En absoluto dulcifica la situación, pero ayuda a orientar correctamente las políticas de empleo. Pura inepcia gubernamental, como siempre.

Y por último. Confío en que, a partir de ahora, los políticos sean hormigas y dejen de comportarse como irresponsables cigarras. Dilapidaron nuestros impuestos durante los felices años del boom, en lugar de ahorrar para el crudo invierno (la crisis), y por eso la deuda y sus intereses atenazan nuestras vidas. Esta cruel crisis les va a forzar a cambiar sus comportamientos. Es el mejor signo de mejora: que todo nuestro sufrimiento haya servido para obligarles a ser responsables.