viernes, 27 de septiembre de 2013

Las fronteras del mar

Acabo de regresar de Cádiz, la Tacita de Plata. Entender el gaditano, esa variante del español que hablan los de allí abajo, es cosa harto compleja. Mucho más que comprender el euskera de Alegia. Pero da lo mismo. Sus gentes llevan esas improntas que tanto se identifican con España y que tan poco tienen que ver con el resto de España: será efecto del mar, de las playas anchísimas, del viento de levante, del sol o de todo ello al mismo tiempo.

Si lo pienso, no se me ocurre razón alguna para alzar una aduana en Despeñaperros y dejar de obviar la separación identitaria del andaluz (y el gaditano). Pero como parece que está más de moda que nunca lo de ser independientes, ya puestos, pongamos otra aduana en La Sagra y separemos las comarcas quijotescas de las alcarreñas y similares, que ahora están todas confundidas. Y por qué no una aislando Madrid, ese caserón manchego, del resto: las sierras ya ejercen tal efecto. En tierras de la Castilla donde nací levantaría yo una frontera que segregase adecuadamente lo leonés (el reino): y ojito con Ponferrada, que se consideran casi gallegos. Pero vayamos hacia el este, volviendo a casa: erijamos en Pancorbo una valla bien alta, tachemos lo de Treviño y consideremos que la aduana con Euskadi está sobradamente justificada. Ya llevo, desde Cádiz, cuatro o cinco sellos en el pasaporte. Y si oriento mis pasos Ebro abajo, por alcanzar el Mediterráneo, nada más premioso que clasificar bien ese galimatías hídrico de riojanos, navarros y aragoneses, en el que todo confluye y solo el río guarda silencio. Dos sellitos más, bien estampados. No he de quedarme sin páginas tan pronto. De la esquina ibérica de Euskal Herria me he ido acercando, frontera a frontera, hasta Catalunya (los salmonetes de Chiclana ni los recuerdo). Con mi apellido, creo que no opondrán resistencia estos catalanes a la hora de aceptarme el visado. La gente de Lleida o Balaguer, tan agropecuarios, y fronterizos, bien conocen los tránsitos de los viajeros. En ellos no radican las dificultades. Ya veremos qué pasa en Barcelona, lo mismo he de conseguir un salvoconducto específico para deambular por sus calles de una barriada a otra.

Qué azaroso es atravesar España estampando sellos en el pasaporte. Pensaba que antes nos habíamos organizado más o menos bien, pero está claro que con la independencia de los pueblos se viaja con mucho más asueto. Aunque si lo llego a saber, me quedo en Chiclana, donde las mujeres bonitas…

viernes, 20 de septiembre de 2013

Un asunto que preocupa

Me pide un lector que me ocupe menos en estas columnas menos de los temas políticos (crisis, y más crisis, y luego consecuencias de la crisis) y que me centre en temas que preocupen al hombre de la calle, que afecten a su día a día y no solo de un modo coyuntural, que decía el otro. Me pone un ejemplo: hace dos semanas yo hablaba de la horterada que supone ir al gimnasio a volverse uno Hércules, y tildaba de héroes a quienes simplemente desean mejorar su tono físico; concluye mi lector diciendo que debería (yo) definirme mejor en este tema asaz interesante, sin limitarme a un mero comentario al margen. 

No hubiese sospechado yo que opinar aquí sobre el tema de los gimnasios (o de su intencionalidad) fuese tan inopinadamente atractivo, pero si lo dicen mis lectores no voy a ser yo quien les contradiga. Además, se da la circunstancia de que en esto, como en tantos otros temas, he visto recientemente cómo mis convicciones han experimentado un giro más o menos copernicano. De modo que, con agrado, voy a entrar a este trapo… 

Es cierto. Dije que ir a muscularse cual Schwarzenegger es de horteras. En realidad, fue una contraposición con lo que califiqué como heroico: el de quienes, sin opción ni ganas de volverse un titán hercúleo, desean mejorar su estado físico. Oiga, lo de tumbarse en el sofá al final del día, cerveza en mano, y quejarse con la tele puesta de no disponer de tiempo para hacer ejercicio, no tiene mérito. Lo meritorio es arrancar un par de horas para acudir a hacer spinning, o aerobic, o simplemente a correr, porque se tiene la certeza de que aporta bienestar. Lo de hinchar los músculos es legítimo, pero yo no le veo más justificación que la propia chifladura personal para ello (al margen de la imagen que transmiten los actores y modelos, que viven de eso). Además, requiere de una dedicación que en muchos casos resulta inaccesible al ciudadano medio. 

Vivimos en una sociedad poco esforzada. Nos quejamos mucho, deploramos muchas cosas de nuestro cotidiano vivir, pero a la hora de la verdad, hacemos poco por remediar ni una sola de las circunstancias que vituperamos. Esta del ejercicio, es una de ellas. Y que conste que yo, hasta hace nada, era uno de tales escépticos. Hasta que he decidido combatir la vejez prematura y la barriga demasiado holgada. Y se sufre, vaya que sí, pero en poco tiempo uno se siente mejor. Y aún más, ni siquiera se vuelve a soñar con parecerse al Conan ése sin moverse del sillón

jueves, 12 de septiembre de 2013

La energía del Gobierno

Esto dice el Real Decreto vapuleado por la casi extinta Comisión Nacional de la Energía (que usted puede consultar en Internet): en los primeros meses de 2013 llovió mucho e hizo mucho viento, y esto supuso el hundimiento del precio de la energía en España a mínimos históricos. Para quienes pagan su electricidad a través de indexación (no somos ni usted ni yo, que no podemos), hubo días en que la factura energética fue casi cero. En esos días, apenas se quemó gas o petróleo (que importamos) para producir electricidad. Problema: que las empresas eléctricas tradicionales obtienen menos ingresos. Otra perla: la rentabilidad razonable para las renovables será de 7,5% antes de impuestos; para la nuclear, parecida a la del año pasado, un 250%; para la gran hidráulica, alrededor del 1.600% (datos de 2012). Y otra más: pese a que la normativa europea promociona el autoconsumo, en España los autoconsumidores deberán pagar las centrales térmicas de gas natural de Iberdrola, Endesa y similares (y que instalaron a destajo creyendo que el consumo eléctrico subiría ad infinitum, como el precio de los pisos). Se le denomina “peaje de respaldo” y supone, en pocas palabras, que si tiene placas solares en el techo y con ellas se abastece de electricidad, con el peaje pagará por la energía que ahorra con su instalación. Increíble, pero cierto. 

Uno, en su modesto entendimiento, supone que si el RD (vapuleado, pero de forma solo consultiva) ha sido redactado en los términos en que ha sido redactado, algo habrá tenido que ver con el hecho de que las eléctricas tienen en plantilla a flamantes ex presidentes del gobierno, ex ministros y ex prebostes, que aunque no sepan mucho de electricidad, saben mucho de teléfonos rojos. 

Al final resultará que cargarse las renovables le va a salir gratis a este Gobierno. Y resultará que las empresas convencionales, que defienden su oligopolio, no lo podían permitir, y no lo han permitido. El RD sigue al pie de la letra lo perseguido por éstas, y se ha demostrado que al Gobierno poco le importa la apuesta por democratizar la energía (con la aparición de nuevos actores pequeños o familiares), el medioambiente, el ahorro o lo que diga la UE. Al grito de “las renovables son caras”, y justificándose en errores de bulto (tema primas), van a destruir uno de los pocos tejidos industriales en los que España era líder. Como también retrasarán durante décadas aquel bonito sueño de “la energía: limpia, por favor”.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Marquesinas

Esto del mobiliario urbano se las trae, oiga. En mi calle hay dos marquesinas como dos heraldos del paraíso. En la primera, una monada de rostro angelical, vegetariana desde su nacimiento y con una simpatía del estilo “papá, mira, estoy saliendo en la tele”, exhibe vanagloriosa su cuerpo, bien realzado por la ropa interior (porque se trata de lencería, ¿no?, ¿o de un bikini?, ¿acaso hay alguna diferencia?: no me da tiempo a fijarme en esos detalles). En la segunda, una rubia bien nutrida, cuyo rostro aparece anticipado por un escote hasta el ombligo (¿lleva un vestido blanco?, ¿es un conjunto de baño?, por favor, aún no he podido descubrir qué demonios lleva puesto), publicita otra cosa aunque no sé muy bien qué es. La querubina bruna tiene necesidad de un buen chuletón, y de la nívea náyade me abstengo de decir nada por pudor. Es curioso que yo jamás recuerde lo que venden estos anunciantes de las marquesinas: unas veces porque solo veo chicas difíciles de no ver (es horrible ser hombre en espera del autobús y verse obligado a dirigir la vista hacia la izquierda), y las demás veces porque no me interesa lo que se anuncia y prefiero estar pendiente del tráfico. Luego dicen del uso mercantilista de la mujer. ¡Y un carajo!. Si yo las miro cada mañana y sigo sin tener ni idea de lo que venden: ¡valiente campaña de mercado es ésa! 

Seguro que a usted, lectora mía, el anterior párrafo le parece sexista y machista y cochino. Cálmese. A estas mozas de vivero pronto las despojarán de su trono, aunque emergerá la expectación de descubrir cuál será la próxima nereida que a las calles se asome. El mundo de la imagen (dicen) tiene estas cosas, y así conviene tomarlas. Porque he de referir también que nosotros los varones de andar por casa no somos seres ilusos: preferimos avizorar en la visera del casco, en el retrovisor o en el parabrisas, el imponente esplendor de unas piernas patrias bien bronceadas y taconeando camino a la oficina sobre un vestidito breve, a todo ese esplendor artificial y photoshopero del capricho de algún publicista. Que a la postre, si algo nos lleva al gimnasio a tonificarnos y querer sentirnos un poquito mejor, es el gustazo de agradarla por ejemplo a usted, lectora mía, o vernos bien en el espejo sin pretender querer ser titanes musculosos (esos son unos horteras). Que la vida ya es lo suficientemente ingrata como para dejarnos embaucar fácilmente por la belleza mentirosa de los mobiliarios urbanos.