viernes, 3 de enero de 2014

Propósito

Estos días la gente elabora listas más o menos exhaustivas de intenciones, de esas que se anuncian con orgullo ante amigos y familiares como ejemplo de férrea determinación. Las más habituales parecen emerger de lo más hondo de nuestra conciencia, cual voz interior que susurra, implacable, "si no es ahora, nunca". Es norma general que a mediados de enero las buenas intenciones hayan abonado el campo de los incumplimientos, en especial si se trata de abandonar el tabaco o de apuntarse al gimnasio, siendo tan universal este tipo de flaqueza que ya se ha constituido en tradición.

Los propósitos personales fracasan porque de ellos solo nosotros somos responsables y es la comodidad un enemigo correoso y despiadado, incluso para alcanzar el más sencillo de los objetivos. En cambio, con aquellos empeños que precisan de una respuesta colectiva, los de más ardua realización práctica, a menudo mostramos una excelente predisposición de tipo conceptual, cosa que, lógicamente, no suele bastar. Son de esta índole aquellos asuntos para los que las estructuras cívicas que ideamos en tiempos pretéritos apenas tienen ahora respuesta, tal y como sucede en la página de Historia Contemporánea que nos toca vivir, donde los problemas son tan asaz extraordinarios como inauditos.

Por esto mismo 2013 acabó con la misma sensación de impotencia de hace 365 días. Lo hemos vuelto a comprobar en el argumentario oficial navideño, donde verdean los secarrales de una recuperación económica existente solo en los gráficos del Gobierno. A veces es más fácil dejar de fumar que entender los barruntos simplones de Rajoy. Cuando se advierte, por ejemplo, que la extensión de la pobreza en España no forma parte de las preocupaciones de quienes nos gobiernan, uno percibe con toda claridad la ofuscación patética de los plutócratas que dicen manejar las riendas del país, confundido éste con sus propios intereses.
Sospecho que 2014 continuará por esta misma senda y que yo seguiré sin esperar nada positivo de quienes anidan en las poltronas de la cosa pública. De ahí éste mi propósito hacia todos ustedes para esta ventana de DV desde donde contemplo lo que sucede ahí fuera, y que formulo del siguiente modo: no ahondar depresivamente en desazones conocidas y tratar de convertir el hastío en algo más interesante que una crisis. Tendría que resultar factible toda vez que no necesito dejar de fumar porque, sencillamente, no fumo.