viernes, 24 de octubre de 2014

Salir fuera

Escribo esta columna desde la comodidad de un pub próximo al Parlamento Británico, en Londres. Estoy esperando la comanda. He pedido "fish and chips" y una pinta de cerveza oscura. Todo un festín. El lugar no se encuentra masificado, pese a los prejuicios iniciales de su localización. Seguramente todo el paisanaje aquí reunido sea de cualquier lugar excepto de Londres. Como yo. Disfruto de la tranquilidad y la comodidad que me produce estar en un bar donde nadie habla en voz alta y el personal que sirve las mesas, todos muy jóvenes, es amable y atento. En la calle, ajetreadísima, como no podía ser de otra manera, la vida transcurre a otro ritmo.

Me ha traído a la City unas reuniones sobre metales y minerales que se celebran durante toda la semana. En ellas, un puñado de profesionales muy eficientes, que no saben hablar de otra cosa, exponen los planes y estrategias que esperan al sector del zinc o del cadmio durante 2015 y más allá. Anoche cené con los organizadores en un restaurante maravilloso ubicado a dos manzanas de Oxford Street. Durante la cena no se habló de otra cosa que, adivinen, zinc o cadmio. La comida, de diseño, pequeña en tamaño, magníficamente presentada, era una mera excusa para exhibir prosperidad, poder, seguridad. Ignoro la cuantía de la factura. Sólo puedo decirles que me aburrí soberanamente.

En las pocas noticias que he seguido estando aquí se hablaba, principalmente, del incidente armado ocurrido en Canadá. Ni una palabra del ébola, de visas negras, de corrupción, separatismo o de Podemos. Todo lo más, la única concesión, ciertas menciones a la paliza propinada por el Real Madrid al Liverpool. Resignación y encogimiento de hombros. Es en lo único que he podido encontrar cierta similitud a lo que hablamos en España.

Esta sociedad es educada y discreta (salvo cuando se emborrachan), y se nota. No observo crispación ni sobreactuaciones a causa de la indignación política y social. Todos parecen estar por la labor de arrimar el hombro, superar las diferencias y continuar hacia la prosperidad y la paz cívica. A nadie puede extrañar que Londres sea el lugar preciso para los negocios, el mercado, las inversiones y el futuro. Nosotros, tan descreídos, cainitas e iconoclastas, vivimos inmersos en la ira y la venganza, en el separatismo a ultranza y la envidia al prójimo. Por este motivo las buenas oportunidades siempre se las llevan los demás. Lecciones de estar fuera. Lecciones de democracia, supongo.