viernes, 26 de diciembre de 2014

Hartura de 2014

Si echo un vistazo a los asuntos que me han interesado en 2014, encuentro: el invisible camino de una recuperación económica que dicen que alucina al mundo entero y que los demás calculamos en términos de millones de desempleados y familias en una atroz situación; el aplastamiento fiscal al que nos someten como única forma de salir del atolladero, dada su infinita incapacidad para renovar un Estado (central y autonómico) demasiado grande y caro, mandato inequívoco por el que obtuvieron una mayoría política sin ambages y que han lapidado lo mismo que los tontos asan la manteca (y caro les va a costar); las sucesivas idioteces que sueltan los portavoces de todos los partidos políticos, esa maquinaria sin talento alguno, reconvertida en parrilla de televisión y de obviedades gástricas, porque al parecer la opinión pública ha desistido de la reflexión y se ha sumado al griterío y las banderas, como en los partidos de fútbol; la eternidad del conflicto independentista, teñido de objetivos que nadie sabe definir y de razones pésimamente descritas, muy capaz de crear atmósferas opiáceas en las mentes humanas de unos y otros, porque actúa de tal manera que lo ha desvirtuado todo, no solo el presente y el pasado, también el futuro, haciéndonos caminar por un sendero de incierto fatal destino, que no hay mejor alucinógeno si descontamos las píldoras "anti casta" que otros, en otra batalla, sueltan en sus discursos (quizá por carecer de otro); la sensación de agotamiento en unos servicios públicos que, no obstante, parecen ya dispuestos a prender al morlaco por sus más empitonadas astas, aunque falta por ver si por fin empiezan a fucionar como siempre hemos esperado de ellos, que no en pos de la fama o el dinero o los intereses de otros, sean estos otros poderosos o no; y la corrupción, esa presencia hamletiana que afecta a todos los estamentos administrativos, unas veces en beneficio de unos pocos y otras veces en beneficio de los partidos políticos, los mismos que la niegan (tampoco pueden hacer otra cosa), y que retrasa e incluso inhabilita el progreso de este país, impidiendo que seamos ciudadanos libres y satisfechos de nuestras instituciones y en el dinero que a través de los aplastantes impuestos hemos venido dejando en ellas...

Nada de todo esto ha pasado solo en el 2014, lógicamente. Pero sí es cierto que en este pobre año que se nos va la suma de todas estas circunstancias ha devenido en un único grito: basta.

Feliz Año.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Diez años junto a Queco

La última vez que escribí su nombre, Queco acababa de cumplir cuatro añitos. Ayer hizo diez. Diez: toda una década de mi vida junto a él, tan completa que nada de cuanto yo fuese anteriormente tiene sentido. Día a día lo compruebo, y día a día me empeño en no olvidarlo nunca.

Dirán ustedes que son palabras de padre, cargadas de emotividad y ternura. Y palabras son: no encuentro mejor manera con la que expresar mi alborozo de tan grande como es su presencia, de tan limpio y minucioso su cariño. Y aunque no necesite narrar o compartir lo que siento, que cualquier padre sabe perfectamente lo que estoy diciendo, quiero escribir hoy la columna por puro capricho: las mejores circunstancias de la vida no se producen por necesidad, sino por satisfacción, y la mía es infinita.

Queco ya no es aquel niño que imaginaba tigres a los que yo debía hacer huir con una vara imaginaria y que lloraba cada mañana cuando le dejaba en el cole. Ha crecido mucho. Ya no siente miedo del tigre y acude a clase sonriendo: pero sigue abrazándose a mí en el sofá cuando vemos juntos una de sus películas favoritas, aún me muerde con cariño en la nariz diciendo cuánto me quiere, aún reclama cosquillitas en la espalda porque le gustan y sabe que nunca se las niego. Y aunque yo no sepa cuánto más podré disfrutar de su infantil cariño, he decidido no apenarme por el sombrío porvenir que tantos otros padres auguran. Cada día que paso junto a él es un milagro y los milagros solo admiten una única responsabilidad: disfrutarlos sin pensar que un día han de acabar.

Bien sé que el tiempo transcurrirá deprisa y que se llevará a mi pequeñín de mi lado para que construya su propio camino. Y llegado el momento, será a mí a quien el tiempo aparte del suyo, como apartó a mi padre hace un año para que yo advirtiese, lúcida y tardíamente, lo importante que me resultaba su presencia. Pero antes, ojalá, un día Queco tendrá entre los brazos a su propio hijo recién nacido, y desde ese momento ya solo tendrá ojos para la sonrisa infinita de cuerpecillo frágil que le mirará con inmenso amor. Entonces olvidará que una vez él lo fue todo para mí y que sin él no puedo vivir porque tengo tácitamente mi alma encerrada en su cariño hasta el punto de sentirme perdido cuando no le veo con mis ojos o no le siento en mis oídos.

He de ser yo quien, desde ahora, aprenda a disculpar sus descuidos y a quererle tanto como lo he venido queriendo en estos diez brevísimos años ya transcurridos


viernes, 12 de diciembre de 2014

Un tal Nicolás

Al término de una siempre importante reunión con empresarios del metal, celebrada este miércoles en Madrid, justo en los momentos en que se comparte mesa, los allí congregados, que no serían más de una docena, empezaron a reír abiertamente con toda serie de chascarrillos y chanzas referidos a ese personaje tan curioso como esperpéntico llamado "el pequeño Nicolás", a quien por cierto llaman Franky los entendidos en estas cuestiones palaciegas. Quedé estupefacto porque las informaciones de café parecían mucho más sólidas y amplias que aquellas leídas por mí en los periódicos, y si ya a estas alturas del fenómeno me sentía desconcertado por el grado de saturada estupidez que parece correr por los despachos oficiales, tal y como es manifestado en las tremendas revelaciones periodísticas, en esos momentos creo que mi rostro dibujó una expresión de total abatimiento y mi mente empezó a elaborar una teoría particular por la que se declaraba que todo cuanto estoy viviendo estos días es un sueño, que nada existe en realidad, aunque yo no lo pueda distinguir, porque sabido es que en los sueños impera el absurdo, el contrapunto irreal, la figuración más ominosamente espantosa, la entelequia abominable de la sinrazón.

Por los motivos arriba apuntados les dirijo esta columna hablándoles como se habla a los productos de la mente que aparecen en nuestras ensoñaciones. Ustedes no existen, no son reales, no están, o al menos no en sentido físico, tangible bajo experimentación. De ahí que me atreva a preguntarles, con todo el respeto que se puede albergar en un mal sueño, si ustedes, al interesarse tanto por las aventuras y desventuras de este rapaz lenguaraz y pertinaz, no se han vuelto tan estúpidos como los roles palaciegos y gubernamentales que están apareciendo en el embrollado tinglado de esta esperpéntica farsa, para vergüenza eterna de sus amigos, correligionarios y familiares.

Porque, oiga, lo pregunto en serio, que aunque esté soñando aún mantengo vigentes mis cavilaciones más capaces. Todo el asunto hiede, es una mierda inmensa que no se le ocurre ni al magín más experimentado en pergeñar bestsellers de lectura inmediata. Yo que pensaba dedicar unas palabras al despropósito marciano de enviar seres humanos al planeta rojo para que mueran allá bien lejos, en la remota soledad de sus insensateces, y resulta que el filón se encuentra aquí, en un crío deslenguado y demente capaz de arrasar en cuota de pantalla narrando el más invertebrado culebrón desde que Angela Channing cambiase las uvas por el punto de cruz. Lo tiene todo: timo, dinero, poder, no creo que falte de nada, ni siquiera las obligadas putas o los maletines del FBI con billetes marcados (ríase el CNI cuando se persone en el juzgado).

Y ahora, si me lo permiten, voy a pellizcarme, por ver si despierto, que esta pesadilla, tan mediática e inefable, tiempo ha que superó todas mis tolerancias y la práctica totalidad de mis desdichas.