viernes, 12 de diciembre de 2014

Un tal Nicolás

Al término de una siempre importante reunión con empresarios del metal, celebrada este miércoles en Madrid, justo en los momentos en que se comparte mesa, los allí congregados, que no serían más de una docena, empezaron a reír abiertamente con toda serie de chascarrillos y chanzas referidos a ese personaje tan curioso como esperpéntico llamado "el pequeño Nicolás", a quien por cierto llaman Franky los entendidos en estas cuestiones palaciegas. Quedé estupefacto porque las informaciones de café parecían mucho más sólidas y amplias que aquellas leídas por mí en los periódicos, y si ya a estas alturas del fenómeno me sentía desconcertado por el grado de saturada estupidez que parece correr por los despachos oficiales, tal y como es manifestado en las tremendas revelaciones periodísticas, en esos momentos creo que mi rostro dibujó una expresión de total abatimiento y mi mente empezó a elaborar una teoría particular por la que se declaraba que todo cuanto estoy viviendo estos días es un sueño, que nada existe en realidad, aunque yo no lo pueda distinguir, porque sabido es que en los sueños impera el absurdo, el contrapunto irreal, la figuración más ominosamente espantosa, la entelequia abominable de la sinrazón.

Por los motivos arriba apuntados les dirijo esta columna hablándoles como se habla a los productos de la mente que aparecen en nuestras ensoñaciones. Ustedes no existen, no son reales, no están, o al menos no en sentido físico, tangible bajo experimentación. De ahí que me atreva a preguntarles, con todo el respeto que se puede albergar en un mal sueño, si ustedes, al interesarse tanto por las aventuras y desventuras de este rapaz lenguaraz y pertinaz, no se han vuelto tan estúpidos como los roles palaciegos y gubernamentales que están apareciendo en el embrollado tinglado de esta esperpéntica farsa, para vergüenza eterna de sus amigos, correligionarios y familiares.

Porque, oiga, lo pregunto en serio, que aunque esté soñando aún mantengo vigentes mis cavilaciones más capaces. Todo el asunto hiede, es una mierda inmensa que no se le ocurre ni al magín más experimentado en pergeñar bestsellers de lectura inmediata. Yo que pensaba dedicar unas palabras al despropósito marciano de enviar seres humanos al planeta rojo para que mueran allá bien lejos, en la remota soledad de sus insensateces, y resulta que el filón se encuentra aquí, en un crío deslenguado y demente capaz de arrasar en cuota de pantalla narrando el más invertebrado culebrón desde que Angela Channing cambiase las uvas por el punto de cruz. Lo tiene todo: timo, dinero, poder, no creo que falte de nada, ni siquiera las obligadas putas o los maletines del FBI con billetes marcados (ríase el CNI cuando se persone en el juzgado).

Y ahora, si me lo permiten, voy a pellizcarme, por ver si despierto, que esta pesadilla, tan mediática e inefable, tiempo ha que superó todas mis tolerancias y la práctica totalidad de mis desdichas.