viernes, 19 de junio de 2015

Un millón de imbéciles

Lo de los imbéciles es de Umberto Eco. Lo del millón, añadido mío. Y ambos nos referimos a las legiones revanchistas y estridentes que no tienen mejor cosa que hacer que tuitear o forumear o pasarse la vida entera pegados al youtube. No todos son indignados o quincemayistas. Los hay también fachas, peperos, sociatas, opusianos, culturetas y listillos. Alguno incluso es ingenioso. Y tengo entendido que, entremezclados, se pueden avizar doctos y letrados.

He hablado varias veces en esta columna de las masas gritonas, faltonas, sedientas de venganza, erigidas en sí mismas, por analogía o simbiosis, jueces de todo cuanto acontece en la calle. En estos días desconcertantes vemos a algunos de ellos, otrora líderes de la protesta, devenidos mandamases y objetivo de idénticos afanes justicieros, esta vez de quienes, antaño en el poder, hoy permanecen fuera de foco. En esto se ha convertido la política. En breve veremos tildar de casta a quienes hasta ayer mismo la denunciaban, y erigirse en portadores de libertad y sensatez (la voz del pueblo, que llaman) al resto. He dicho en breve; en realidad ya está sucediendo.

En mis años universitarios parecía impensable que toda aquella legión de progres, a la izquierda de Dios Padre (Felipe González), alguna vez se encaramasen al poder. Eran jóvenes, y menos jóvenes, motivados, pero tan desagradablemente radicales, que los demás les dábamos la espalda sin miramientos. Ayer bombardeaban en Twitter y machacaban a cualquiera sin contemplaciones. Hoy gobiernan. Ya no hablan tanto de Franco y los falangistas, a quienes han cambiado por Rato y el Ibex. Supongo que en breve les sobrevendrá la moderación, porque las AAPP viven debiendo dinero y nada apacigua tanto el fuego interior como el temor a las deudas, y será horripilante que también mutasen en casta, cosa que creo que sí va a suceder.

De querer alguna cosa para estos tiempos venideros, querría que, por favor, acabasen demostrando que, pese a provenir de la exaltación y el populismo demagógico, son capaces de hacer la nueva política que los antiguos no supieron ver. Porque de lo contrario el sentimiento de sentirme gobernado por un millón de imbéciles será tan intenso que me declararé en abierta rebeldía. Y nunca quise ser rebelde (no va en mi carácter), todo lo más contestatario y siempre en favor de realidades complejas y apasionantes, no de estas ofuscaciones populistas en que ya incurren todos, sembradas en Twitter o en vaya usted a saber dónde.