viernes, 3 de julio de 2015

El Califa moderno

La noticia nos estremeció a todos. La matanza de turistas en Túnez y la decapitación de un ciudadano francés nos devolvió (otra vez más) el temor hacia lo que se está construyendo en Oriente Próximo. Los análisis geopolíticos anejos a este horripilante asunto no dejan lugar a duda alguna, por si todavía hay algún iluso convencido de lo contrario. No se trata solamente de la vesania de un grupo de terroristas crueles que odian a Occidente y todo lo que representa: se trata de la solidez con que se está constituyendo el nuevo estado suní denominado Estado Islámico, y la truculenta inteligencia de sus dirigentes, con el autoproclamado Califa Abu Bakr al-Baghdadi al frente de todos ellos.
Pese a las manchas rojas con que se suele identificar las fronteras móviles de EI en Siria e Irak, es su expansión y dominio en las redes sociales (generales y propias), donde captan cada vez más adeptos empleando estrategias de seducción entre la miríada de hombres y mujeres jóvenes con gravísimos problemas de identidad), una de sus más potentes armas, a la que habría que añadir la profesionalizada gestión de su imagen, una incuestionable capacidad experta en guerra tecnológica, un ejército muy bien preparado, y una voracidad criminal que atemoriza a Occidente y le hace aparecer como un enemigo imbatible. Esto, de puertas hacia afuera. Porque en su territorio ponen en marcha políticas sociales muy activas, de manera que no puede afirmarse que nos encontremos ante una esclavización y represión brutales (limpieza religiosa al margen) de la población. El yihadismo deviene una cuestión de honor, de héroes, y no esa terrible lacra cuyo aliento sentimos todos los occidentales en el cogote.
Evidentemente las artimañas son numerosas. Pero tremendamente eficaces. Nos resultan impensables porque nosotros ni vivimos inmersos en las redes sociales ni entendemos que alguien pueda formar su personalidad adulta sin salir de la habitación, engatusándose con las mareas de propaganda que arrasan determinados foros y círculos hasta decidir unirse al EI. Quizá lo más terrible. El Califato da cumplida respuesta a las expectativas inmaduras de esos jóvenes musulmanes insatisfechos consigo mismos y con los Estados que les han dado de todo, salvo robustez y fortaleza. Les hemos desdeñado porque son una ínfima minoría, pero a golpe de minoría hay un loco en el mundo capaz de aterrorizarnos a todos con solo blandir el nombre de su organización terrorista.