viernes, 11 de septiembre de 2015

Perspectivas

Mi colega, de Birmingham, lo tiene claro: hasta hace unas pocas semanas, la crisis de inmigrantes acaecida en la UE representaba los esfuerzos del Tercer Mundo por arribar a las costas del Viejo Continente. Después, fue variando con gradualidad su opinión al respecto. Le explico que, en España, el Gobierno se ha visto obligado a modificar su opinión inicial debido al clamor ciudadano y a la contestación social. En realidad, muchos ciudadanos han variado igualmente su opinión, y donde antes solo existían riesgos y peligros de delincuencia, criminalidad y auge de las mafias extranjeras, hoy solo se ve el esfuerzo sobrehumano realizado por muchas personas para sobrevivir. Y ni siquiera esa supervivencia personal, individualizada, humanamente egoísta: sino la sobrenatural, la que antepone los hijos a cualquier otra consideración.

Mientras escribo estas palabras, reprendo a unas niñas rumanas que gritan sin consideración al pie de nuestra mesa en una terraza sevillana. Les digo que no es muy agradable conversar con un amigo mientras ellas sobrevuelan todos los niveles sonoros con sus aberrantes gritos: bien parece que son incapaces de hablar de otro modo más tranquilo y respetuoso con los semejantes. Las niñas se encaran, pese a su corta edad formulan chulerías deslavazadas, inconexas, se saben seguras frente a la agresividad del adulto, que yo ni siquiera manifiesto, quizá porque están acostumbradas a ello. Mi colega menciona que, en su mocedad, jamás hubiera osado importunar a un adulto. Le respondo que estas niñas de Europa del Este jamás han sufrido necesidad alguna y que sus padres ni siquiera imaginan los monstruos que están creando. Cuando contraponemos la aberración educativa de quienes todo lo tienen (sin esfuerzo) con los ímprobos esfuerzos de quienes huyen a través del mar de su patria, acabamos dictaminando que en el esfuerzo hay mayores garantías de desarrollo y evolución.

Da lo mismo. Los perseguidos por la exterminación seguirán siendo tratados como bestias huidizas por mucho que se les siga considerando, con algún esfuerzo, seres humanos, gracias a la presión ciudadana. Y los venidos de muy lejos en pos de una mejora evidente de sus condiciones de vida, seguirán siendo tan irresponsables y vacuos como estas niñas incapaces de respetar la opinión de los adultos. Quizá, usted mismo, sea de igual consideración. El problema de las sociedades líquidas es que no distinguen entre valores y poses...