Un fantasma recorre el mundo. O, en puridad, un fantasma
sigue recorriendo el mundo desde el siglo XIX. Marx lo escribió como un enorme
sarcasmo, pero es mejor tomárselo en serio. Aunque lo vistan de libertad y
progreso, se trata de riqueza y poder. El poder de unos pocos frente al
sometimiento (muchas veces agradecido y amable, otras no tanto) de la inmensa
mayoría. Los acólitos del dios Mamón ante los esclavos que nada pueden frente a
ellos.
Cuesta un poco imaginar el tipo de satisfacción que
produce a esos pocos la ostentación de tamaña obscenidad (¿por qué disponer de
miles de millones de zanahorias que no se pueden comer en una vida?) y aún más
difícil tratar de averiguar si existe una manera de acabar con tan potente
drogadicción. El dinero, sus movimientos y flujos, ha logrado crear en un mismo
planeta tres mundos, si no cuatro (la miseria que pervive en el primer mundo).
Y lo que es más importante, ha conseguido convencer a amplísimas proporciones
de la población (de forma permanente o temporal) que los estados de bienestar
forjados tras la II Guerra Mundial son el estorbo que impide la recuperación
económica y la prosperidad. Parece increíble, pero realmente es así. Cuando los
estados (esa entidad medieval que gestiona nuestros recursos y exprime a los
que menos tienen) piensan en términos de futuro, todo estorba: desde la
longevidad de los individuos hasta la dedicación maternal a los bebés.
Ahora que nuestro parlamento aparece mucho más diverso y,
a priori, fértil, cabe preguntarse cuál será la base sobre la que se diriman
las negociaciones para formar gobierno. Otro día volveré al asunto independentista,
hoy me apetece conocer si seguiremos siendo sometidos por la dictadura del
dinero, que casi todos los partidos han denunciado y hacia la que, empero,
yuxtaponen toda esa palabrería vacua (progreso, desarrollo, libertad...) que usan
los dictadores para justificar su tiranía. Mal asunto si no se articulan
medidas concretas. Aunque, ¿cómo se modifica el poder de las eléctricas? ¿Cómo
se opone uno al cinismo de las petroleras? No es fácil. Los seguidores del dios
de la riqueza, los mamones, son muy listos: a los gobernantes ofrecen avaricia
y a los demás “panem et circenses”, cuya traducción sería “tablet y fútbol”. La
cuestión sigue candente, más que nunca, y suscita curiosidad comprobar si el
nuevo escenario devuelve la política al pueblo y se la arrebata a los
adoradores de Mamón, al menos parcialmente.