A las siete de la mañana, en un cruce sin importancia
entre dos calles del montón, bajo un cielo despejado y un frío espantoso, vi a
un motociclista en el suelo, junto a la acera y su scooter destrozado. Estaba
el cuerpo tendido y le habían arropado por encima con un abrigo. Varios
conductores cuidaban, inmóviles y preocupados, del motorista que yacía sobre el
asfalto congelado. Yo pasaba con mi moto, como cada mañana, por ese mismo
punto, y no pude evitar sentir un horrible padecimiento solidario con quien en
el yermo alquitrán yacía.
Ignoro el tipo de relación que guarda usted, lector, con
las motos (especialmente si no las maneja). El conjunto de la conducción de
automóviles es una actividad bastante tosca y atropellada, como si en lugar de
coches por las calles discurriese ganado ovino que ha de avanzar sorteando no
solo los obstáculos, sino a sí mismos también: de ahí que sea habitual
contemplar vehículos lanzados a tumba abierta, corriendo frenéticos por
conquistar el siguiente semáforo, saltándose los discos en rojo por los pelos y
pitando desaforados como ovejas que balan nerviosas. Las motos, tan endebles y frágiles,
representan la conducción liviana y resuelta, los canis lupi del asfalto, que
no provocan retenciones ni atascos sino que los sortean, siempre en constante
peligro por la presencia del mayor depredador que existe: el conductor de
coches (con varias categorías, siendo los taxistas los más lacerantes de
todos).
¿Usa usted los espejos retrovisores con la abundancia
deseable? Nosotros, los motociclistas, empleamos los suyos para observar su
rostro y anticipar cuál será el siguiente movimiento, convencidos como estamos
de que pasan muchos minutos entre uso y uso (por ese motivo siempre se oye
decir que no se nos ve llegar: difícil si no se sabe mirar). No le pregunto por
los intermitentes: sería fútil pretender darle uso a un ornamento. ¿Permite el
paso a las motos? Quizá le guste jugar a acorralarnos. ¿Se salta los semáforos
por los pelos? Es donde más posibilidades tiene de llevarse a uno de nosotros
por delante. ¿Usa el whatsapp mientras conduce? Porque lo de llamar por el
móvil ya no es novedoso…
A los motociclistas nos gusta ir en moto, pero no nos
gusta que nos maten. El frío de la mañana nos despierta de inmediato y la
adrenalina fluye desde que ponemos en marcha el motor. A veces llueve y la cosa
se complica. Pero la mayor complicación de todas es la indolente desidia del
conductor con volante.