Me gustan más las películas de dibujos animados que las
de carne y hueso, pese a que los dibujos animados ya no son artesanales y la
carne y el hueso nunca aparecieron mejor que ahora. Me gustan más, sí, lo cual no sé si es por la
mediocridad del cine actual o es alabanza del buen trabajo de los guionistas de
los dibujos animados. Algunos me dicen que me suelte del cine y vuelva a la
tele, donde echan series morrocotudas que te mantienen cinco o seis o más años
con el culo pegado al sofá, y les replico que, cielo santo, menudo espanto
estar concernido tanto tiempo con folletines televisivos por muchas y
estimables que sean sus cualidades: yo no soporto tanto. Entonces me replican
que las descargue de internet y las vea del tirón. Hay respuestas para todo…
De todos modos, he dicho que prefiero las pelis de
dibujos y no es del todo cierto. En realidad, debería decir que, ahora mismo,
las películas de dibujos muestran una coherencia y calidad mayores que las
filmadas con actores y escenarios. Hay demasiadas aventuras en el cine,
demasiados agentes secretos, demasiados elfos, demasiados sables láser,
demasiado ruido y demasiado metraje. ¿Y las películas de arte y ensayo?, me
dirán ustedes. ¿Y los dramas? En efecto, hay oportunidad aún para disfrutar de
buenas historias y una correcta construcción de personajes y situaciones, pero
partiendo del hecho de que no por provenir de Irán una película deba ser
forzosamente buena, o por tratarse de un drama la cosa vaya a ser estupenda.
Cada vez visito más el cine considerado como clásico. En
color y en blanco y negro, por mucho que espante ya la monocromía, como si ese
cine datase del siglo de Pericles. Entonces el discurso visual estaba mejor
planteado y la economía de recursos técnicos agudizaba el ingenio de escritores
y guionistas. Los esfuerzos técnicos del cine actual (soberbios ejemplos de
hasta dónde puede llegar la capacidad humana) han devaluado demasiado deprisa a
los que escriben, muchas veces arrastrándolos a plantear artificios perfectos
en los que todo lo argumental resulta pueril y evidente.
Tampoco me sorprende. En el mundo de la novela sucede
algo similar. Ahí están las librerías demostrándolo día a día. Historias muy
vendidas y muy poca maestría dentro de ellas. ¿Y qué hacer? Puedo recurrir a
una peli de dibujos antes que enfrentarme a un nuevo fiasco perpetrado con
actores reales. Pero, ¿dónde están los libros de animación? ¿Hay alguien que
los escriba?