Estudié en los Maristas de Zaragoza, donde había buenos
equipos de baloncesto y balonmano, pero a mí no me interesaban e hice otras cosas.
Entonces Zaragoza formaban “provincia” con los colegios de Bilbao y Pamplona y
en todos había un club de tiempo libre (excursiones, campamentos veraniegos,
reuniones, etc.) llamado Zabalik Eskuak, salvo en Zaragoza, donde se denominó
Amanecer, club en el que fui monitor por muchos años. Disfrutaba las reuniones provinciales
con los monitores de otros centros. Los de Bilbao eran la caña, siempre advertían
de que todo lo debían consultar con las bases. Las bases eran niños de 12 a 14
años apuntados al club, ya ven ustedes. Por supuesto, no consultaban nada: informaban,
igual que hacíamos nosotros, pero la alusión asamblearia resultaba de un
vanguardismo fascinante.
Nunca he querido ser base. Me gusta el amplio espectro de
pensamiento sin que me arrastren los prefabricados de la ideología. Sucede que,
como enseña la Historia, las bases son fácilmente manipulables y sirven de excusa
para ocultar la nadería. Lo vemos estos días con el enroque de algunos políticos
en su propio egoísmo. Cataluña o el PSOE son buenos ejemplos, de cierta
espectacularidad, y divertido sería contemplarlo si no fuera por las terribles implicaciones
que tiene. No es lo mismo un club juvenil que un partido político: en este
último no se trata con cuestiones domésticas o fingir desagrado ante decisiones
orgánicas, sino establecimiento de políticas que pueden afectan al conjunto del
país. De ahí la amenaza.
Personalmente me preocupa mucho más lo de Cataluña que la
caída del puño y la rosa (algo que se veía venir). Los diarios no le prestan
demasiada atención (el laberinto de don Pedro vende ejemplares), pero es
crucial reseñar que desde hace un año el 48% avanza ensoberbecido e ignorando
al 52% bajo el yugo inflexible del 7% antisistema, un grupo capaz de cobrarse
la cabeza del líder supremo y de orientar las fabulaciones ajenas (y al país
entero) hacia una guerra penosa contra un enemigo que no reacciona por estar sumido
en la parálisis más absoluta. Manejan los hilos del comparsa (un tal Carles) y
consideran al 52% prescindible. Así son las dictaduras en democracia: en
Cataluña lo llaman RUI.
Ni el enrocado ni los anticapitalistas caminan con manos
abiertas. Solo les importa su destino. Ocluyen lo restante porque encuentran la
aquiescencia de las bases. Eskuak itxita ibiltzea, egia ezkutatzearen alde
egitea da.