Queco es el único niño de su clase que no tiene móvil. Va
a cumplir 12 años y cursa 1º de la ESO: les pongo en situación. Ignoro las
razones argüidas por los demás padres para permitir que sus hijos dispongan del
dichoso aparatito. Yo podría tener miles. Por ejemplo: hace unos días, el enano
no encontró las llaves de su casa en la mochila porque se desprendieron de su
enganche y él, nervioso, no supo encontrarlas. Hizo lo que tantos de nosotros
hicimos en circunstancias similares: esperar sentados en las escaleras a que
llegasen los mayores. En el descansillo pudo conectar la Tablet que el colegio
les ha facilitado para hacer deberes (y estar en comunicación con los
profesores) y me envió un email: “Papi, no estoy en casa, no tengo las llaves;
porfa, no llames” (pobrecito mío, no quiso alarmarme). Enseguida llegó su
abuelo. Su madre se ha planteado darle un móvil para situaciones como esta: yo
replico que los móviles no hacen aparecer las llaves de casa de la nada.
Queco no necesita un móvil para sobrevivir o crecer
feliz. Todo lo contrario. Me alarma mucho haber visto a niños de corta edad
exigir emberrinchados un móvil a sus padres. O saber que siete de cada diez jóvenes
tiene no ya un móvil, también cuentas en Instagram o Twitter. En Internet
resulta muy fácil encontrar fotos de nínfulas exhibiendo más de lo aconsejable.
Por descontado, la inmensa mayoría emplea de forma abusiva el Whatsapp y demás mensajerías
(seguramente todas) durante demasiado tiempo. Pero la culpa no es suya (no
solo). Es nuestra. De los padres. Y creo conocer el origen de la rendición
(cuando no la adhesión): no podemos con ellos. La batalla contra la fascinación
del móvil agota: mejor unirse a ella, ser colegas, pasar por alto la
responsabilidad. A todos nos fascina el móvil, ¿no? Pues de la fascinación al
abuso media un paso. ¿Quién de nosotros no está pillado por el móvil? ¿Nos ha
de extrañar el síndrome de abstinencia que sufren niños y jóvenes cuando se les
castiga sin aparatito o cuando se les cae al agua?
El abuso del móvil impide el desarrollo del buen juicio,
el control del comportamiento y el pensamiento organizativo. Esto es: produce
desequilibrio de la madurez, cosa que vivimos en las propias meninges sin
percibirlo, y eso que somos adultos. Por eso lo tengo claro: el reemplazo de
todo lo antiguo por lo inmediato y viral nos orienta hacia un mundo
desconocido. Intentaré luchar contra ello. Queco seguirá sin móvil un buen
tiempo.