viernes, 16 de diciembre de 2016

Una niña en el telediario

Se llama Nadia. Probablemente ustedes ya lo sabían, pero yo no. Esta mañana lo comentaba con un colega, periodista sin periódico, tomando café. “Se trata de un culebrón televisivo de esos que enganchan al personal por la sencillez de su planteamiento y el tono trágico de su desarrollo”, me dijo. “Pero, qué ha pasado”, le pregunto, porque su respuesta me deja igual que estaba, es decir, ignorante. “No quieras saberlo, es territorio casposo”, sentencia. Fue ahí cuando decidí empezar a leer algo al respecto.
Y sí, todo muy casposo, hortera, muy cutre. Una niña con una enfermedad de esas extrañísimas (las enfermedades raras son las únicas que aparecen en los telediarios, como las epidemias). Un padre empeñado en hacer “crowdfunding” para encontrar una cura bajo alguna piedra de algún hospital de vaya usted a saber qué lugar del mundo. Pesquisas que delatan la estafa: ese hombre incluso ha declarado que mantuvo a su hija bajo racimos de bombas en alguna cueva de Afganistán (buen lugar para encontrar curanderos, desde luego). Y a partir de ahí, la vergüenza. Las televisiones, que primero hicieron buen negocio con ello, han acabado enarbolando el dedo acusador y dejándolo bien extendido, pues esto de empezar la guerra en un bando y acabar en el otro no parece oprobio para nadie, menos aún para los medios. En fin, una pena.
Por medio han resonado nombres propios de gravedad pesante como son la Nasa, los premios Nobel, Houston y unos cuantos más, tantos que, de leerlos, producen mucha risa, pues en esto se involucraron todos los que pudieron: cantantes, periodistas, famosos y también todo el personal: ahí hubo mucho, mucho Facebook y mucho Twitter y mucha carnaza: ¿cómo puede uno ser tan cruel de no mostrar sensibilidad ante la muerte de una pobre niña que padece una terrible enfermedad de nombre impronunciable? “Tira de cartera. Haz la buena obra del día”. Bendito mundo correcto y pamplinero, envuelto en simplezas y bobadas ensangrentadas: qué bien os engañan todos.
Yo peco de no enterarme de las cosas (me gusta esta ignorancia, cada vez más), pero si usted se vio tentado a rascarse el bolsillo, o directamente se lo rascó, debería plantearse dejar de ver la teletonta no vaya a olvidarse de esto que ha pasado y vuelva a caer con el próximo clamor de los medios. El problema no es ayudar (merece alabanza), el problema es haber perdido la capacidad crítica. Hágaselo mirar, ¿quiere? Y espero que Nadia sea feliz por mucho tiempo.