Ayer mismo los teletipos (¿hay?) vomitaban un titular “imprescindible”, es
decir, reflejo de que el mundo sigue siendo un cajón donde caben todos los
trastornos: un eurodiputado polaco (machista, antisemita, racista y no sé
cuántas cosas más, supongo que muchas) justificaba ante el Parlamento Europeo
la brecha salarial existente entre hombres y mujeres porque ellas, decía, son
menos inteligentes. Entiendo que a la mayoría les ha causado estupor leer que alguien
piense que las mujeres son menos listas que los hombres, dando por descontado que
la diferencia salarial es algo presente en nuestra sociedad y sumamente
complejo de corregir, por lo que no genera estupefacción. Visto así, el diputado
polaco es efectista, y nosotros un tanto aburguesados. Para mí el horror no
estriba en un pensamiento machista manifestado con simpleza: el horror estriba
en la alarmante carencia de mecanismos que permiten erradicar la injusticia
salarial (y otras más).
En Euskadi hay buenos estudios al respecto. Los de
Emakunde, por ejemplo, esa gente que en sus informes compara Italia o Bélgica
no con España, sino con el “Estado español” (en los demás países el estatalismo
debe de ser contingente), hace tiempo que publican datos y análisis, y confirman
la existencia de un hecho incuestionable: que hay brecha salarial entre hombres
y mujeres. Lo curioso es que, desde las abrumadoras estadísticas, se colige también
que muchos de los hombres son, en sí mismos, “brechistas” aunque sea por
omisión. Si la brecha parece asegurar la prevalencia masculina en un mundo
afectado de valores estresados, es forzado que esta continúe mientras no se
arregle el problema de fondo.
Hay más brechas. Y las asumimos aun sin estar de acuerdo. ¿Acaso
solo se oponen a la desigualdad los de siempre? ¿Se rectifica sobre la marcha
el salario de un empleo al ver entrar por la puerta a un ser humano con tacones
y pelo largo en vez de corbata y barba? No tiene sentido criticar el sexismo
mientras lo demás siga ahondando en un sentimiento inveterado de desigualdad.
Vean, si no, el vídeo de la artista Yolanda Domínguez donde unos niños
interpretan anuncios de moda de las grandes marcas: ellas son hambrientas o
enfermas, ellos héroes y empresarios. Y eso que ellas cobran más, se lo aseguro.
Lo del polaco sexista es episódico y en modo alguno polaco.
Es el vivo reflejo del mundo en el que vivimos: pluscuamperfecto cuando lo
arreglamos en el papel, defectuosísimo en su día a día.