viernes, 7 de abril de 2017

Británicos enojados

Esta semana, en Ámsterdam, he comprobado lo nerviosos que se encuentran mis colegas británicos con el Brexit. Hasta ahora habían manifestado una casposa exhibición de tranquilidad, aunque no había manera definida de saber si provenía de sí mismos y de la seguridad en su fortaleza económica, o simplemente en las indescifrables incógnitas de un destino más o menos compartido por todos. Pero ahora todo ha cambiado. Bastó con escuchar atónitamente al colega británico mientras se servía un café con pastas en una de las pausas de trabajo: se enorgullecía de marcharse de la Unión Europea para poder ser más europeos que nunca (sic) y defender con mayor arrojo los valores de la caduca Europa. Evidentemente algo que solo se puede hacer desde fuera.

Tal vez no quisiera referirse, de una manera un tanto velada, a Gibraltar, pero lo hizo. Al fin y al cabo, cuando pronunció esas palabras el Parlamento Europeo acababa de dejar al peñón fuera de las negociaciones del Brexit. Acierto diplomático de Madrid, espeté a regañadientes. El colega italiano, muy mordaz, acabó ofreciendo su colaboración desde la península transalpina para oficializar un frente mediterráneo. Los colegas alemanes, y estos sí que juegan muy astutamente al póker, puntualizaron que ellos no podían sacar las tropas fuera de Alemania, “salvo que nos dejéis volver a invadiros nuevamente a todos, claro”. Más risas. Algún café se cayó al suelo y las pastas holandesas, que no son ni mucho menos ricas, salvo las magdalenas, quedaron rápidamente en desuso.

Hubo un conato de incendio con lo de recordar las Malvinas. Fue breve, pero comprometido. Metió el dedo en el ojo el colega belga, siempre chinchón. El británico desvió con torpeza el dardo. El francés reprochó el berrinche y los visos arrabaleros de una flema británica herida en su orgullo. Yo aseguré que España no es la junta militar de aquella Argentina de 1980: ni siquiera la Argentina de hoy lo es. A la postre, que Europa pretenda unirse tiene mucho que ver con los errores de dos guerras mundiales seguidas. Incluso el británico hubo de reconocer que, cuando hablaba de valores europeos, se refería justamente a lo contrario que algún bocazas ignorante con cargo de ex ministro estaba manifestando al respecto.

En fin. Aburridas no han sido las reuniones. El Brexit da juego. Pero ninguno sabemos a ciencia cierta lo que va a pasar. Finalmente convinimos en despedir al director, que es europeísta, pero inglés (entre risas, claro).