viernes, 23 de junio de 2017

CETA

Hay determinados asuntos que a los ciudadanos nos trae al pairo, que dice el otro. Si tenemos organismos y funcionarios y políticos es por eso, porque a nosotros se nos da bien columbrar las desgracias que asolarán el feudo patrio en caso de que gobiernen los otros (en oposición a los ricos arroyos de hidromiel que correrán por nuestras feraces tierras si ganan los nuestros), y se nos da mal entender los convenios internacionales.
Y hétenos aquí con que la mente exigua e indómita que de nuevo rige los designios de la sedicente izquierda verdadera, ha declarado su oposición (repentina, tal vez para convencer al votante de que su cabeza contiene conocimientos sorprendentes) a un acuerdo comercial entre la UE y Canadá, país norteamericano del que muchos solo han visto alguna foto epatante del Yukón cuando se activa el salvapantallas.
Desconozco el contenido del tratado firmado por la Unión Europea con Canadá, pero supongo que hablará de eliminación de aranceles, de libre comercio, etc., sin entrar en otras materias, por ser un tratado comercial. No importa. Al parecer, el egregio prócer sociata ha encontrado en la letra oculta de los escritos de la UE un agravio superlativo para los sectores e intereses económicos patrios, sin confesar cuáles son esos sectores, porque en bastantes años nadie se había quejado, y ahora se queja él, que escucha a muchos, al parecer, aunque dude yo de quién le ha podido sugerir tamaña audacia.
Tal vez sea que los otros de la izquierda contra quienes se mide en desigual duelo el preboste sociata ya se opusieron y se oponen a dicho tratado, por razones idénticamente ignotas para mí. Se mire de una manera o se mire de otra, hay que prestar mucho candor para entender lo que es impostura y ganas de hacer ver que se quiere desfavorecer a un país erigido de súbito en epítome del capitalismo globalizador y, por tanto, extenso (y hermoso) muro a derribar. Dicho de otro modo: pura demostración de cuán magna es la levedad podemizante y proteccionista que embriaga a quienes, desde un partido que gobernó durante décadas esta nación (reconvertida en plurinación) empiezan a idear las mayores zafiedades que ha podido parir madre.
Entre ocurrencias y majaderías anda el juego. Y delante, un gobierno reidor de las sentencias del TC. Y más allá, donde comienza la calle, un pueblo que parece solo conceder atención a la canícula que nos asola, y no a este estrafalario personaje aficionado súbitamente al estrambote.