Ignoro si los integrantes de “La manada” son o no culpables
del delito por el que se les acusa. Es algo que determinará el juez cuando
dicte sentencia y no seré yo quien prejuzgue por mucho convencimiento que tenga
de que con ninguno de ellos tomaría una cerveza, tanto si son absueltos como si
no: primero por su imbecilidad y simpleza; segundo, porque su idea sobre las
relaciones entre hombres y mujeres me parece de una virulencia abominable,
antagónico a la proverbial capacidad creadora del eros.
Por descontado, los comentarios vilipendiosos que se han
vertido sobre la libertad sexual de la chica acusadora están fuera de lugar,
como también lo están las sentencias acusatorias paralelas. No sé si son
violadores o no. No me adhiero a ninguna de las presunciones o prejuicios que
tanto se han arrojado estos días. Pero solo la insufrible petulancia con que
manifestaban las intenciones de encontrar a una chica para denigrarla y mofarse
a su costa en las redes sociales, me basta para descalificarles. Si cometieron o
no el gravísimo delito del que se les acusa, es algo que fallará el juez. Pero con
independencia de ello, cabe afirmar que su actuación no es una aberración
humana: responde a una realidad que existe hoy en día, se admita o no.
Cada vez proliferan más los rituales de comportamiento
sexual afines (aunque lícitos) al perpetrado por los acusados que esperan
sentencia en Navarra. Las ofertas basadas en el exceso y la desmesura sexual
son ya habituales y seguidas en todo el mundo por millones de personas (de ambos
sexos: no solamente hombres). Aunque parezcan aberrantes o inaceptables, están
ahí porque tienen derecho a realizarse y los ciudadanos a participar en ellos.
Pero solo desde la ignorancia o la ingenuidad más pacata puede afirmarse que no
conllevan consecuencias funestas. No debería, porque al fin y al cabo una cosa
es un delito y otra muy distinta un comportamiento, pero la realidad acaba
retorciendo las cosas hasta el extremo y es por este motivo que encontremos
excesos y abusos como los de estos sanfermineros sentados en un banquillo en Navarra
esperando sentencia que les condene o exculpe.
No es un tema agradable y por eso hay que mantener la
confianza en esta justicia que pocas veces lo parece. Mientras tanto, echemos un
vistazo a la realidad para advertir que la hipersexualidad campa con toda
crudeza por sus respetos, acabando absurdamente con las ilusiones de estar
viviendo en un mundo libre y deferente.