viernes, 1 de diciembre de 2017

Vivir en manada

Ignoro si los integrantes de “La manada” son o no culpables del delito por el que se les acusa. Es algo que determinará el juez cuando dicte sentencia y no seré yo quien prejuzgue por mucho convencimiento que tenga de que con ninguno de ellos tomaría una cerveza, tanto si son absueltos como si no: primero por su imbecilidad y simpleza; segundo, porque su idea sobre las relaciones entre hombres y mujeres me parece de una virulencia abominable, antagónico a la proverbial capacidad creadora del eros.
Por descontado, los comentarios vilipendiosos que se han vertido sobre la libertad sexual de la chica acusadora están fuera de lugar, como también lo están las sentencias acusatorias paralelas. No sé si son violadores o no. No me adhiero a ninguna de las presunciones o prejuicios que tanto se han arrojado estos días. Pero solo la insufrible petulancia con que manifestaban las intenciones de encontrar a una chica para denigrarla y mofarse a su costa en las redes sociales, me basta para descalificarles. Si cometieron o no el gravísimo delito del que se les acusa, es algo que fallará el juez. Pero con independencia de ello, cabe afirmar que su actuación no es una aberración humana: responde a una realidad que existe hoy en día, se admita o no.
Cada vez proliferan más los rituales de comportamiento sexual afines (aunque lícitos) al perpetrado por los acusados que esperan sentencia en Navarra. Las ofertas basadas en el exceso y la desmesura sexual son ya habituales y seguidas en todo el mundo por millones de personas (de ambos sexos: no solamente hombres). Aunque parezcan aberrantes o inaceptables, están ahí porque tienen derecho a realizarse y los ciudadanos a participar en ellos. Pero solo desde la ignorancia o la ingenuidad más pacata puede afirmarse que no conllevan consecuencias funestas. No debería, porque al fin y al cabo una cosa es un delito y otra muy distinta un comportamiento, pero la realidad acaba retorciendo las cosas hasta el extremo y es por este motivo que encontremos excesos y abusos como los de estos sanfermineros sentados en un banquillo en Navarra esperando sentencia que les condene o exculpe.
No es un tema agradable y por eso hay que mantener la confianza en esta justicia que pocas veces lo parece. Mientras tanto, echemos un vistazo a la realidad para advertir que la hipersexualidad campa con toda crudeza por sus respetos, acabando absurdamente con las ilusiones de estar viviendo en un mundo libre y deferente.