Un
amigo de muchos años ha, Vincenzo, venezolano, catedrático de Física y erudito
historiador, que sobrevive como puede en el infame régimen de Maduro, me
comenta que se siente disgustado por el superficial tratamiento que España
dispensa a sus héroes. Obviamente, se refiere a lo ocurrido en Barcelona con la
calle del Almirante Cervera. Le digo que, al menos, la polémica ha servido para
que mucha gente se haya aventurado a leer en Wikipedia quién fue este insigne
militar español. Él, que ha viajado mucho por todo el mundo y tiene en Cuba una
segunda patria, me refiere que allá en el Caribe nuestro cuasi ignoto almirante
es reconocido con la pertinaz evocación que España no le dispensa.
Cervera
fue rescatado del mar, una vez que su obsoleta flota fue hecha pedazos, por un
comandante de los buques estadounidenses, rindiéndole honores militares. Pero a
estas alturas ya sabrán que tanto en el país que nos combatió en Cuba, como en
la propia Cuba, la figura del almirante Cervera goza de muy buena reputación.
Los EEUU por la humanidad que Cervera dedicó a los prisioneros de guerra y el
coraje con que tuvo que encajar las desatinadas órdenes provenientes de la lejana
España. Y en Cuba, por el heroísmo y honradez con que quiso dar por finalizada
una etapa colonial que de facto había periclitado. Bien me lo recuerda Vincenzo,
más versado en estos asuntos de nuestra Historia colonial que seguramente la
inmensa mayoría de los españoles de a pie.
La
Historia se escribe en unos libros que apenas nadie lee y sus páginas contienen
testimonios de gentes que una vez deambularon por este mismo planeta, antes que
nosotros, contribuyendo en mayor o menor medida al desarrollo de la
civilización que conocemos. Unos tienen reservada una página principal, de
continua revisión, como Colón o Cervantes o Ramón y Cajal. Otros, en cambio,
solo disponen de una columna o un párrafo y, más pronto o más tarde, quedarán
relegados al olvido o, lo que es peor, su impronta será equívocamente
tergiversada.
No me interesa en absoluto el exabrupto de Ada Colau
al respecto. Lo sorprendente hubiera sido lo contrario. Como tampoco me asombra
que, otra vez, una más, se haya generado una mediática batalla por un asunto
menor, fácilmente corregible en el intelecto de cada cual, pese a que en estos
momentos haya tantas otras cosas premiosas y urgentes que tratar en esta piel
de toro que se está rompiendo a pedazos, para disgusto eterno de nuestros
héroes olvidados.